lunes, 22 de agosto de 2016

¿EL ESPÍRITU O LA PALABRA? UNA FALSA DISYUNCIÓN

Encontrar una iglesia evangélica equilibrada no es una tarea fácil. Nuestras mayores virtudes se pueden transformar en nuestras mayores debilidades. Hay algunas iglesias que sobreenfatizan los dones del Espíritu Santo y viven de emociones. Los cristianos que asisten a estas congregaciones son enseñados para vivir siempre detrás de sentimientos y el culto de adoración a Dios se mide en términos de "cuanto me emocioné". De esta forma, los cristianos no crecen en la Palabra de Dios y el alimento espiritual es escaso.
El otro extremo son aquellas iglesias que se han transformado en centros de estudios. La calidad de la vida espiritual se determina por el dominio de las doctrinas bíblicas y conceptos teológicos. Pero todos sabemos que el mayor conocimiento de la palabra de Dios no implica necesariamente que el fruto del Espíritu de Dios se manifieste en nuestras vidas.

Durante el año 2013, el pastor John McArthur, reconocido expositor bíblico, el cual se ha caracterizado por un ministerio fiel a la palabra y libre de escándalos que han sucedido con otros líderes cristianos, realizó una serie de conferencias y publicó el libro "Fuego extraño", que causó una gran polémica entre los cristianos evangélicos en Estados Unidos. En este libro hace un claro llamado a aquellos que pertenecen a iglesias carismáticas para cuidarse del error que les sucedió a Nadab y Abiú en el Antiguo Testamento.


Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó.
Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová.
Entonces dijo Moisés a Aarón: Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En los que a mí se acercan me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado. Y Aarón calló.                     (Lv 10:1-3)

Esta es una realidad a la que todos nosotros deberíamos estar atentos, el Espíritu de Dios vino a glorificar a Cristo y no debemos tomar la doctrina del Espíritu a la ligera. Por lo cual, la advertencia y las críticas que ha hecho el pastor MacArthur a muchas iglesias y movimientos evangélicos no debe ser pasada por alto.
       Sin embargo, luego de toda la controversia generada por el pastor MacArthur, el respetado apologista cristiano pentecostal de origen judío, Michael Brown, escribió una respuesta llamada Fuego auténtico, en el 2014. En este libro señala que los cristianos debemos rechazar el fuego extraño, pero abrazar el fuego auténtico. Esto nos lleva a la obvia pregunta: ¿Cuál es la correcta relación que debo tener con Espíritu de Dios?

Conocí el precioso evangelio de Cristo en una iglesia de la Asambleas de Dios, y en ella pude comprobar el gozo y el perdón que están en Cristo, también, pude también comprobar que el Espíritu de Dios sigue trabajando en la Iglesia de Cristo. Pero lamentablemente en dicha iglesia no se estudiaba mucho de las Escrituras, y después de unos años mi alma estaba sedienta de descubrir más de lo que Dios quería para mí. Por dicho motivo, y luego de participar en dicha congregación por ocho años, salí de ella.
En dicha situación fue que llegué a una Iglesia Bíblica de la Unión de Centros Bíblicos, en la cual pude nuevamente recuperar mi amor por la Palabra y ver en ella diversas áreas en las que Dios quería trabajar en mi vida. Dios me permitió estudiar en el Instituto Bíblico, para luego de cumplir mi preparación ministerial, solicitar mi incorporación en el cuerpo de pastores de dicha corporación. Pasé desde una iglesia que creía firmemente en la obra del Espíritu a una iglesia que creía firmemente en la Palabra de Dios.
Pero no fue sino hasta que comencé mi ministerio pastoral que me di cuenta de lo incapaz que era de llevar dicha tarea adelante. Mi conocimiento bíblico no es completo ni vasto y mis capacidades para liderazgo son limitadas. Como pastor de una iglesia bíblica, me he percatado que muchos genuinos creyentes han llegado a la idea equivocada que el Espíritu de Dios intervino grandemente en su salvación, pero que ahora, en el caminar diario, dependen de su sabiduría para comprender la Palabra de Dios. He podido ser testigo en la vida de otros, y en la mía también; que se ha relegado al Espíritu Santo a una mera doctrina secundaria sin relación con las decisiones que a diario tomamos.
Fue en un punto que leí un libro corto, escrito por A. W. Tozer, pastor fallecido de la Alianza Cristiana Misionera. Su libro La vida más profunda es interesante y actual, pues comenta como reaccionaron los cristianos norteamericanos frente a las herejías doctrinales del liberalismo teológico. Ellos trataron de defender la inerrancia de la Biblia, sin embargo, no se percataron que a veces nuestras mayores fortalezas pueden ser nuestras mayores debilidades. En una sección titulada cayeron víctimas de sus virtudes, comenta:

"La militante, poderosa y tonificante doctrina que surgió de la boca de los apóstoles, se convirtió, en la boca de los escribas, en algo completamente distinto y carente de poder. Cuando la letra triunfó, el espíritu se apartó, convirtiéndose el textualismo en la regla suprema. Esta fue la época de la cautividad babilónica para los creyentes".

El problema que hemos tenido en la iglesia cristiana del siglo XX y XXI es que hemos hecho una falsa disyunción, es decir, se nos ha pedido elegir entre el Espíritu o la Palabra, para definir la iglesia a la cual pertenecemos o nuestra visión espiritual. Pero, ¿es necesario que elijamos entre la Palabra y el Espíritu? De hecho, podríamos preguntar, ¿es saludable que hagamos tal elección?
Una breve mirada a la vida de los primeros cristianos, nos muestra que estaban firmemente convencidos que necesitaban al Espíritu de Dios. Revisemos los siguientes versículos bíblicos para comparar la obra del Espíritu y de la Palabra de Dios:

ESPÍRITU
PALABRA

CREACIÓN
Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.        
(Génesis 1:2)
El cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder.
(Hebreos 1:3a)


NACER DE NUEVO
El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu (Juan 3:8)

El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.  (Santiago 1:18)

SALVACIÓN
Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo.
(Tito 3:5)
Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.
(Santiago 1:21)


SANTIFICACIÓN
Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.
(1 Corintios 6:11)

Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.
(Juan 17:17)
MORA EN NOSOTROS
Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu  que mora en vosotros.
(Romanos 8:11)
La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.
(Colosenses 3:16)


Los cristianos no somos llamados a hacer una elección entre la Palabra y el Espíritu, no es sano para nuestra vida espiritual y no es lo que Dios nos pide. Más bien somos llamados entender que no podemos separarlos.