lunes, 30 de enero de 2017

la voz de Dios en el dolor

LA VOZ DE DIOS EN EL DOLOR

Como la parábola de la higuera estéril nos ayuda a comprender el sufrimiento (Lucas 13)




Durante esta última semana hemos sido testigos de la tragedia que ha sucedido en Chile con los peores incendios forestales de nuestra historia. De acuerdo a los informes que tenemos, la superficie quemada supera toda la ciudad de Santiago, y sigue aumentando día a día. De esta manera es que el dolor se encuentra instalado en nuestra sociedad y nos preguntamos ¿Qué bueno puede suceder de lo malo?
En la Palabra de Dios vemos muchos pasajes bíblicos en los cuales se nos habla del sufrimiento humano. En una ocasión fue el mismo Señor Jesucristo quien fue interrogado respecto al problema del dolor humano, y les refirió a sus oyentes una parábola para que comprendiesen la importancia de este tema.


 I.- EN MUCHAS OCASIONES ME ENFRENTARÉ AL DOLOR
 En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. (Lucas 13:1)
Este primer informa nos habla de una situación trágica por causa de la maldad humana. En este caso tenemos a Herodes que trata de manejar una situación religiosa por medio de la violencia.
En el período de la Pascua Judía, que se celebraba una vez al año, la mayoría de los judíos acudían a Jerusalén para ofrecer sacrificios a Dios. En el día de la preparación de la Pascua, cualquier judío, y no sólo el sacerdote, podía ofrecer sus sacrificios delante de Dios.
Pero además de esto, durante la Fiesta de la pascua era frecuente que el sentimiento nacionalista de Israel se levantara, por lo cual eran frecuentes las revueltas y problemas durante dichas fiestas. De esta manera, es muy probable que, durante esos días, un grupo de zelotes, aprovechando la multitud, levantara manifestaciones populares contra el poderío del Imperio Romano.
Esta acción fue sofocada violentamente por Herodes, quien mató a estos hombres mientras se celebraban los sacrificios en el templo.

O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, (Lucas 13:4a)
Este segundo informe nos habla de una situación trágica por causa de un accidente. En esta historia no tenemos a una persona que sea la causa de la tragedia, sino que es una acción natural.
El estanque de Siloé se menciona en el Evangelio de Juan 9:7, cuando el Señor manda a lavarse a dicho lugar a un ciego al cual le está sanando. Este estanque fue construido al suroeste de Jerusalén por el rey Ezequías como la desembocadura de un canal (2 Reyes 20:20). 
Pero estas no son sólo dos historias de dolor, sino dos historias dolorosas que llevaban a los oyentes de Jesús a preguntarse.


II.- EL DOLOR ME PRODUCE PREGUNTAS

Cuando enfrentamos el dolor, nuestra mente se pregunta ¿Por qué? Y muchas veces nos confundimos y no hayamos respuestas claras.

Primera respuesta: Las personas que sufren lo hacen porque son más malvadas que otros. (vs. 2 y 4b)
Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos?                                                               
¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén?
(Lucas 13:2, 4 b)
Es importante destacar que los que rodeaban a Jesús pensaban que el motivo del sufrimiento de los zelotes que murieron por Herodes (maldad humana) y los que murieron por el accidente de la torre de Siloé (causa natural), eran más pecadores y más culpables que otros.
Pero el Señor Jesús niega esta forma mecánica de ver el pecado y su castigo. Si bien no niega que los galileos involucrados en el caso de Herodes sean culpables, rechaza que su muerte sea una confirmación que son más pecadores. De esta manera, el Señor Jesús está en contra de ver la justicia divina de una forma ciega y cruel.
Pero la mayoría de nosotros no ve de esta forma el mal el día de hoy. Quizás para nosotros puede ser una de las dos opciones siguientes.

Segunda respuesta: Las personas que sufren lo hacen porque Dios es indiferente al dolor humano.
Norman Geisler en su libro “Si Dios existe ¿Por qué el mal?” señala la lógica con que algunos toman el dolor:
1.- Un Dios totalmente bueno debe tener un buen propósito en todo.
2.- Sin embargo, algunos sufrimientos no tienen un buen propósito.
3.- Por lo tanto, es imposible que exista un Dios totalmente bueno.

Por esto es que muchos han llegado a la conclusión que Dio es indiferente al dolor humano o bien no existe. C. S. Lewis señaló:
“Nos desconcierta ver cómo la desgracia cae sobre gente decente, inofensiva, valiosa; sobre madres de familia capaces, trabajadoras, o pequeños comerciantes laboriosos y frugales; quienes han trabajado tan duramente, y de manera tan honrada, por su modesta parcela de felicidad, y que ahora parecen empezar tan justamente a disfrutar de ella”           (El problema del dolor, p. 107)
Pero el hecho que nosotros no sepamos el propósito del mal, no significa que Dios no tena un propósito.

Tercera respuesta: Las personas que sufren lo hacen porque Dios es incapaz de contrarrestar las desgracias
El teólogo R. C Sproul explica con bastante humor esta postura:
“Podríamos haber esperado que Jesús lo explicara de esta manera: Siento mucho enterarme de esta tragedia. Estas cosas ocurren y no hay mucho que podamos hacer. Fue el destino. Un accidente. Como buenos cristianos, tienen que aprender a aceptar lo malo con lo bueno. Apriétense los labios. ¡Sean buenos estoicos! Yo sé les enseñé que el que guarda a Israel ni dormita ni duerme. Pero esta fue una afirmación poética, algo así como una hipérbole. ¿Se dan cuenta de cuán difícil es para mi Padre gobernar el universo? Es agobiante. Cada tanto, él debe hacer una siesta. En la tarde en cuestión estaba muy fatigado y cerró los ojos por un momento. Mientras estaba cabeceando, la torre se cayó. Lo siento y voy a transmitirle el motivo de vuestra queja. Le pediré que sea un poco más cuidadoso en el futuro.Jesús podría haber dicho: “Yo sé que les dije que mi Padre se da cuenta de la caída de cada gorrión y que tiene contados los cabellos de vuestra cabeza. ¿Se dan cuenta de cuántos gorriones hay volando alrededor? ¡Y los cabellos de las cabezas! La tarde que cayó la torre mi Padre estaba ocupando contando los cabellos de la cabeza de un individuo con cabellera espesa. Estaba tan firmemente concentrado en la cabeza de ese individuo, que pasó por alto la caída de la torre. Le voy a sugerir que ponga sus prioridades en orden para no gasta tanto tiempo con gorriones y cabellos”
Ninguna de estas tres respuestas es la que da Jesús al problema del dolor. El sufrimiento en las últimas semanas no es demostración de que Dios no tiene poder, no es demostración que Dios es indiferente al sufrimiento humano y no es demostración que los que murieron son más malvados que los que estamos hoy con vida.

III.- EL DOLOR TIENE COMO PROPÓSITO LLEVARME A DIOS

Si bien es cierto los cristianos no podemos dar respuesta todo el sufrimiento humano, pues no sabemos todo; si podemos afirmar que el dolor es un medio muy eficaz para que los seres humanos se vuelvan a su Creador.
Es notable como en ambas historias se hablan de otros, pero el Señor Jesús comienza a hablar de ustedes. ¡Jesús hace de las historias trágicas un tema personal! Él quiere que su oyente se enfrente consigo mismo.
Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.           (Lucas 13: 3 y 5)

 Hace más de 150 años atrás, el 8 de Septiembre de 1861, un predicador inglés llamado Carlos Spurgeon, tomó esta porción de Lucas para predicar a su iglesia luego que en las semanas anteriores hubieses dos graves accidentes ferroviarios en Londres que dejaron decenas de muertos. En esa ocasión él quiso hacer preguntas personales de estas catástrofes.
“¿Por qué no puede sucederme a mí que muy pronto e inesperadamente sea yo cortado? ¿Acaso tengo un contrato de arrendamiento de mi vida? ¿Tengo algún amparo especial que me garantice que no atravesaré inesperadamente los portales de la tumba? ¿He recibido un título de privilegio de longevidad? ¿He sido cubierto con una armadura tal que soy invulnerable a las flechas de la muerte? ¿Por qué no voy a morir?”[1]

Lo que el Señor está afirmando es que la maldad humana y los accidentes naturales pueden ser vehículos para llevarnos al arrepentimiento. Es decir, nos ayudan a enfocarnos en Dios.
El arrepentimiento es una palabra que no tiene buena salud. Por un lado, no nos gusta decir que estamos arrepentidos, porque nos muestra débiles. Y, por otro lado, las personas que escuchan a alguien arrepentido, no están dispuestas a otorgar misericordia sino justicia.
 Por este motivo, para los oyentes tuviesen claridad de lo que quería decir respecto al arrepentimiento, es que el señor Jesús les cuenta una parábola.
Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló.
Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra?
El entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone.
Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después.                                      (Lucas 13:6-9)

             Quiero que note que:
1.    El dueño de la viña vino a buscar fruto, pero no lo encontró.
2.    El dueño de la viña había sido paciente y esperó mucho tiempo.
3.    El árbol frutal no estaba cumpliendo su propósito, por lo cual debía ser cortado.
¿Acaso esta no es la historia del ser humano del siglo XXI? Fuimos hechos por Dios, para que nuestra vida le exalte; y a pesar de su enorme y constante paciencia, cuando viene a nuestra vida, no encuentra nada. Por eso el Señor Jesús dijo:
Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento”                       (Mateo 3:8)

La voz de Dios se escucha fuerte en el dolor para que vengamos a Él. Citando nuevamente a C. S. Lewis:
“Podemos seguir tranquilos y contentos con nuestros pecados y estupideces;… pero el dolor insiste en ser atendido. Dios nos susurra en nuestros placeres, habla a nuestra conciencia, pero nos grita en el dolor: es el altavoz que utiliza para despertar a un mundo sordo. Un hombre malo y feliz es alguien sin la menor sospecha de que sus acciones no responden, no son acordes con las leyes del universo”   (p. 103-104)
Dios conoce el dolor, por eso envió a Jesús a sufrir el dolor del pecado en la cruz. Que Dios permita que en medio de esta tragedia que vive nuestro país, muchos escuchen la voz de Dios en el dolor.




[1] Spurgeon, C. H., & Román, A. (2008). Sermones de Carlos H. Spurgeon. Bellingham, WA: Logos Research Systems, Inc.

miércoles, 25 de enero de 2017

Los incendios forestales y las enseñanzas espirituales que nos dejan

LOS INCENDIOS FORESTALES Y LAS ENSEÑANZAS ESPIRITUALES QUE NOS DEJAN




    Mientras regresábamos con mi familia de un tiempo de descanso en el sur de Chile, vimos con estupor en la ciudad de Talca, como el humo dominaba todo el espectro visible del cielo, y le daba un color rojizo al sol de la tarde. Fue una imagen aterradora e imborrable.
Han sido, y seguramente seguirán, siendo días muy tristes para nuestro país. Estamos llevando una pena en el corazón que no sabemos cómo verbalizar.
Pero aún en medio del dolor de esta situación podemos extraer verdades espirituales para nuestras vidas y para otros que están sufriendo de los embates del fuego.

1.- El ser humano no es un ser todopoderoso
Muchas personas han manifestado su rabia a través de las redes sociales por lo que estamos viviendo. Y si bien es cierto hay distintos grados de responsabilidad humana, pues no han funcionado los sistemas de prevención de riesgos; hay una lección que cada chileno debiese comprender. Y es que no somos seres todopoderosos que podemos controlar completa y absolutamente nuestro entorno.
El rey David, gobernante de Israel, alrededor de 1.500 años a. C. dijo:
Conozcan las naciones que no son sino hombres. (salmo 9:20b)

Cuando todo marcha bien en nuestra vida y cuando miramos el gran progreso que ha logrado la humanidad durante su historia, tendemos a confiar exageradamente en nuestras capacidades y creemos que tenemos todo bajo control.
Quizás muchos dicen: "Esta catástrofe es culpa de la Presidenta" y otros dirán "Si fuéramos un país desarrollado esto no hubiese ocurrido". Pero, ¿es verdad eso? Se nos olvida fácilmente que países más desarrollados, como Australia, han enfrentado terribles incendios que han consumido millones de hectáreas, y todo el aparato estatal y el poderío económico ha sido incapaz de evitarlo[1]. Y se nos olvida también que, en muchos otros países, en este mismo instante, sufren similares calamidades[2].
La verdad es que los desastres naturales son un golpe tremendo a nuestro orgullo, pues, si bien es cierto, la modernidad nos ha otorgado una mejor calidad de vida, la vida no está en nuestras manos. Por esto C. S. Lewis, el escritor de las Crónicas de Narnia dijo:
“La ilusa autosuficiencia de las criaturas debe ser hecha trizas, por su propio bien; y con penurias o temor a las penurias terrenales, por grosero temor al fuego eterno, Dios la hace añicos...”[3]


Lo que este hombre está afirmando es que Dios tienen un propósito en el sufrimiento humano. No es azaroso, que ha sido ordenado para nuestro bien. Dios en su amor nos manda penurias para romper la ilusión de la autosuficiencia. Y es que en medio de la angustia, estamos mucho más proclives a recordar que somos simples mortales, que no dominamos nuestra salud, que no podemos controlar el clima, que no decidimos el día de nuestro nacimiento, ni tampoco podemos predecir el día de nuestra muerte. ¡No somos dioses! Somos seres humanos en el siglo XXI enfrentando graves desastres naturales que nos superan.
Pero existe otra lección que se nos muestra en medio de esta tragedia.


2.- El ser humano no es una mera máquina biológica
¿Qué es el hombre? Para muchos la respuesta es que somos el resultado de millones de años de un azar ciego que logró perfeccionar una maquinaria compuesta de proteínas, carbohidratos y lípidos. Y según esta concepción de la vida humana, hemos llegado aquí por una selección natural y no hay ningún propósito.
Pero lo que sucede en momentos difíciles como el que estamos viviendo, nos muestra que esta conclusión es simplemente absurda. Hemos visto a brigadistas, carabineros y bomberos arriesgar sus vidas por otros que no formaban parte de su red familiar. Vemos a estas horas, a muchos hombres y mujeres, que ponen su vida por otros, por algo químicamente inexplicable: el amor desinteresado. ¿Qué los impulsó a estos actos tan irracionales? ¿Por qué sacrificarse por personas desconocidas? ¿Qué ganaron al morir abrazados por las llamas?
Todas estas preguntas resultarán sin respuesta si vemos al hombre como una mera máquina. Sin embargo, cuando vamos a las páginas de la Biblia podemos comprender mejor lo que somos.
 Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó.                                                            (Génesis 1:27)


Toda persona humana, independientemente de su condición, ha sido creada como un ser moral ¡Dios nos hizo! Por esto amamos, por esto tenemos un profundo anhelo de justicia cuando vemos a otros sufrir, por eso es que somos capaces de entregarnos por otros a pesar que no ganemos nada. Somos seres morales que fueron creados por el Ser más grande y perfecto que existe: Dios.
Por eso es que no somos un fruto del azar, no estamos en esta vida arrojados a las meras circunstancias difíciles y los desastres naturales.


Son estas dos realidades contrapuestas, la que explican el drama humano. Por un lado, disfrutamos de la imagen de Dios; pero por otra, esta imagen ha quedado profundamente dañada. Por eso es que esta calamidad nos puede ayudar a redescubrir la grandeza humana de ser hechos a la imagen de Dios, y la miseria humana de creernos dioses que viven bajo su propia ley.
Por esto, citando nuevamente a Lewis: 
El hombre caído no es simplemente una criatura imperfecta que necesita mejorarse; él es un rebelde que necesita deponer sus armas.

Para eso vino Jesucristo. Siendo Dios, renunció a su gloria para hacerse un mortal que sufrió hambre, se cansó, consoló a los que sufrían y se angustió en medio de circunstancias duras. Es decir, se identificó con nuestro dolor. Pero no sólo eso, cuando vino, llevó todos nuestros pecados, nuestros orgullosos, soberbias y rebeldías, pagándolos en la cruz.
Dios puede hacer que de este desastre natural aprendamos grandes verdades espirituales. Sólo cuando reconocemos nuestra debilidad, podemos decirle a Jesús: “Señor mío y Dios mío” y venir a él sabiendo que hemos confiado en nuestros propios recursos.

Como cristianos, oramos para que Dios ejerza su gracia misericordiosa sobre nuestra tierra y sobre la vida de nuestros compatriotas y seamos librados de esta calamidad. Pero también oramos para que, en medio de la calamidad, muchos chilenos comprendan que no son sino hombres y que están profundamente necesitados de Jesucristo, el hombre-Dios; de manera que puedan venir ante él en arrepentimiento y fe.