LA PARTIDA DE KATY WINTER:
UNA REFLEXIÓN CRISTIANA
P. Manuel Rivas
Durante esta
semana nuestro país ha estado profundamente conmovido por el caso de una
jovencita, Katy Winter[1],
quien decidió quitarse la vida.
Toda partida
humana es traumática, sin embargo, la muerte de una joven, lo es mucho más y
esto nos remece. Por eso es que cuando nos enfrentamos a situaciones como éstas
nos lleva a preguntas que no son de fácil respuesta, pero que no podemos evitar
hacérnoslas. Quedamos perplejos y nos conmueve profundamente. ¿Qué sucedió por la mente de esta joven
llena de vida que optó por salir de esta existencia?
Como pastor
evangélico (y profesor), no es intención, ni mi área de conocimiento, tratar de
ahondar en el perfil psicológico que llevó a Katy a una decisión dramática.
Pero si creo que, a través de esta situación traumática, podemos reflexionar
acerca de nuestra sociedad actual, de la vida humana y las cosas que realmente
importan. Y estoy convencido que es sólo a través del Evangelio de Jesucristo que
podemos tener respuestas coherentes a esta tragedia humana.
1.- El ser humano es valioso
En primer lugar,
creo que todos nos damos cuenta de que esta es una pérdida inmensa. Una vida
humana en su pleno potencial fue extinguida, con todos los sueños, metas y
proyectos que podrían haberse desarrollado.
Todo creemos que
Katy era valiosa. Y mucho más valiosa que los 20 billones de células que la
componían, o los cerca de 40 kg de oxígeno y 16 kg de carbono (más otros
elementos) en su cuerpo[2]. No, no se trata de eso,
se trata de que hay un valor en la persona humana que no puede ser explicado
por la materia que la compone.
Esto es tan
evidente, que el mismo ex jugador de Tenis, Marcelo Ríos, un ateo confeso, ha mostrado en redes sociales su
tristeza por lo sucedido[3]. Pero es en este punto
donde la visión materialista guarda silencio y no puede aportarnos nada.
¿Por qué creemos
que la vida de Katy era valiosa? ¿Por qué pensamos que cada uno de nosotros es
valioso y debemos respetarnos? No podemos explicar el valor de la vida de Katy,
ni la nuestra, ni la de los seres humanos que amamos, si no somos más que un
grupo de células unidas por la casualidad. Es increíble pensar que incluso la
Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas no explica
de dónde provienen estos derechos, sino que solo se limita a enumerarlos[4]. Necesitamos un sistema de
referencia distinto, algo que realmente le de sustento a esa idea del valor de
la vida humana.
Y es esto
precisamente lo que hace el Evangelio. Nos dice que tu y yo somos valiosos, que
cada ser humano es valioso, porque somos mucho más que 60 o 70 kg de elementos químicos
o de células interconectadas. Somos valiosos porque hemos sido creados por
alguien de infinito valor: Dios.
Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó[5].
2.- El ser humano está corrompido
Pero existe otra
lección importante, aunque desagradable, que podemos aprender: Los seres
humanos tenemos el potencial de hacer mucho bien y tristemente también podemos
ser la causa de mucho mal.
No se saben todos
los detalles del caso de Katy, pero nos es increíble pensar que sus pares
colocaron gran presión sobre ella, lo que le llevó a la triste decisión de
quitarse la vida. Sus padres han confirmado que sus compañeros realizaban
bullying.
Si realmente los
seres humanos estamos obligados a seguir nuestro instinto, el mal de las
personas contra las personas no debiese sorprendernos. Debiésemos simplemente
decir: “¡Estamos haciendo lo que nuestros impulsos nos dicen!”. Pero dentro de
cada uno de nosotros se levanta la convicción de que esto no es lo correcto, que
no es así como debiese ser.
¡Cuán grande mal
puede hacer el ser humano! Y este mal, del cual somos testigos lejanos en este
caso particular, nos lleva a pensar cómo se podría haber evitado: “Quizás el
mejorar los planes de sana convivencia escolar” o “tal vez ser más severos con
aquellos que maltratan sicológicamente a los demás”, etc.
Creo que todo esto
es necesario, pero si somos realistas, si realmente vemos la vida como es, nos
daremos cuenta de que es insuficiente. Y esto se debe a que cuando tratamos el
mal que los seres humanos hacemos, muchas veces pareciera que solo estamos
rozando su superficie y no llegando a la verdadera causa de todo esto.
¿Por qué las
personas podemos ser causante de tanto mal a otros? O para tocar otro tema
actual, ¿por qué los hombres podemos tener conductas abusivas hacia las
mujeres?
Las relaciones
humanas dañadas no pueden ser corregidas simplemente con una ley. Nos podemos
indignar, y ¡creo que nos debemos indignar ante el mal! Sin embargo, déjeme
decirlo claramente, ninguna clase de legislación nos brindará el antídoto pleno
para el mal humano contra el ser humano.
Es en este punto donde
vemos nuevamente que Jesucristo confronta el mal humano hasta su misma raíz y
no sólo la superficie. Él dijo:
Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios y las calumnias. Éstas son las cosas que contaminan a la persona[6].
El corazón, en la
forma de pensar hebrea, hace referencia a lo que nos define como seres humanos.
No es algo periférico, sino es nuestra misma esencia como personas. Por lo
cual, lo que Jesús está afirmando, es que nuestra misma esencia está
contaminada; y es desde ahí, donde todo el mal humano que vemos a nuestro
alrededor brota.
Esto me hace
recordar el título de un buen libro cristiano de antropología: “El hombre, su grandeza y su miseria”[7]. La grandeza y el valor
humano se deben a que hemos sido creados por un ser de valor infinito: Dios;
pero esa imagen valiosa que portamos ha sido profundamente dañada por nuestro
deseo de soltarnos de su mano y enfrentar la vida solos.
Conclusión
Fue el filósofo e
historiador estadounidense, Emil Durant quien dijo:
“El mayor interrogante de nuestros tiempos no será ‘oriente versus occidente’, o ‘norte versus sur’, o ‘comunismo versus capitalismo’. El mayor interrogante de nuestra era será: ‘¿Puede el hombre vivir sin Dios?’[8]”
Creo que este es
el drama de nuestra sociedad actual: Nos indigna el mal y lamentamos la partida
de Katy, pero debemos reconocer que no tenemos respuesta ni para lo uno ni para
lo otro, pues nos hemos distanciado de Dios, nuestro punto de referencia.
Soy padre de dos
adolescentes y jamás me gustaría vivir una situación como la que están
atravesando los padres de Katy. Espero que Dios les brinde consuelo al conocer
el Evangelio de Jesucristo, pues sólo Él nos ayuda a comprender el porqué cada
vida humana vale la pena y el porqué el mal humano no debe ser tolerado.
Pero no sólo esto,
Dios no sólo nos ayuda a comprender mejor, sino que nos
transforma. Para esto vino Jesús, a mostrar el gran problema humano, y a solucionarlo.
El murió a causa del mal que otros seres humanos le hicieron, pero resucitó
para dar una esperanza viva a todo aquel que confía en Él y vive por Él.
[4]
Keller, Una fe lógica, p. 230.
[5]
Génesis 1:27, NVI
[6]
Mateo 15:19-20, NVI
[7]
Escrito por el fallecido doctor Francisco Lacueva.
[8]
Citado por Ravi Zacharias en “¿Puede el hombre vivir sin Dios?”