5 PRINCIPIOS PARA PERMANECER UNIDOS A JESÚS
Durante este año se conmemoran los 200 años de la batalla de Waterloo. El 1° de Marzo de
1815, una noticia electrizó a toda Europa. Napoleón
Bonaparte, el hombre que durante 20 años había logrado dominar a toda
Europa, se había escapado del exilio que le habían dado sus enemigos en una
pequeña isla.
Este hombre, cuando regresó a Francia, empezó a reunir a
los hombres para formar un nuevo ejército que derrotara a las potencias aliadas
de Austria, Inglaterra, Prusia y Rusia y, de esa forma, constituir a Francia en
una nueva potencia mundial.
El 17 de Junio de 1815, el duque de Wellington, quien comandaba las fuerzas aliadas en contra de Napoleón, colocó sus fuerzas de 68.000 hombres
en un pequeño monte esperando el ataque de los franceses, quienes tenían un
ejército de 250.000 hombres.
Parecía una batalla segura para el general francés, pero
este hombre cometió muchos errores para dirigir a su ejército. Su hermano Jerónimo, diría unos años después que
durante esta batalla Napoleón Bonaparte
sufría de fiebre, cistitis y hemorroides, agravadas por las largas horas de
cabalgata. El que había sido un gran emperador hace 20 años, ahora era un
hombre gordo y avejentado que dudaba de las decisiones que debía tomar.
Además, la lluvia que cayó en el inicio de la batalla,
retrasó el inicio de esta y perjudicó el factor sorpresa que había planificado Napoleón.
Finalmente los franceses perdieron la batalla de Waterloo y se rindieron el
15 de Julio. Napoleón llegó a París
tres días después y firmó una segunda abdicación el 22 de junio siendo exiliado
de por vida a la vida Santa Helena[1][2].
Las victorias de hace 20 años atrás no fueron prenda de
garantía para que este famoso estratega militar pudiese disfrutar de nuevas
victorias.
De la misma forma, nosotros enfrentamos cada día nuevas
circunstancias, nuevas realidades que hacen que lo que vivimos tiempo atrás, no
sea prenda de garantía de lo que pasaremos durante este año 2015.
El Señor Jesús, antes de llegar al huerto de Getsemaní a
orar, y después de tener la cena pascual en el Aposento Alto en Jerusalén, se
detuvo con sus apóstoles en el Valle del
Cedrón, para darles las últimas enseñanzas.
Luego de terminar la Santa Cena, les dijo a sus
discípulos: “Levantaos, vamos de aquí”
(Juan 14:31). Y mientras ellos caminaban bajo la luna llena del 14 del mes de
Nisán, pasaron en medio de los viñedos que había en esa noche de luna llena.
Ese era el lugar preciso para comenzar a explicar lo que
hoy tenemos en los capítulos 15 al 17 del evangelio de Juan. El Señor Jesús les explica que la clave de la vida cristiana es
mantenernos unidos a él en forma continua.
Esto es lo que los cristianos han conocido como la
doctrina de la perseverancia de los
santos. El teólogo Wayne Grudem
la define de la siguiente forma:
“La perseverancia de los santos quiere decir que todos los que verdaderamente han nacido de nuevo serán guardados por el poder de Dios y perseverarán como creyentes hasta el fin de sus vidas, y que solo los que perseveran hasta el fin han nacido de nuevo”.
El Señor Jesús lo expresó de la siguiente manera.
Dijo entonces Jesús a
los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis
verdaderamente mis discípulos. (Juan 8:31)
¿Qué significa permanecer en Jesús? ¿Cómo podemos evitar
que las condiciones climáticas de la vida y nuestras enfermedades nos lleven a
tomar malas decisiones? Revisemos 5 principios para permanecer en unidos a Jesús.
1. Fíjate en lo que produce tu vida. (vs. 2)
2. Recuerda la limpieza espiritual. (vs. 3)
3. Une cada área de tu vida a Jesús (vs. 4 y 5)
4. Tienes que orar de acuerdo a la Palabra (vs. 7)
5. Obedece para glorificar a Dios (vs. 8)
Revisemos pues cada uno de estos puntos.
1.- FÍJATE EN LO QUE PRODUCE TU VIDA
Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará;
y todo aquel que lleva fruto, lo
limpiará, para que lleve más fruto.
El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará;
y los recogen, y los echan en el
fuego, y arden. (Juan 15:2 y 6)
Permanecer en Jesús significa llevar una vida fructífera. La palabra fruto aparece 8 veces en este pasaje en los
versículos 3, 4, 5, 8 y 16. Y en estos versículos se nos explica acerca del
tipo de labor que el Padre hace en nuestras vidas para que se produzca fruto.
a.- Los pámpanos infructíferos (2 a)
¿Qué sucede cuando una
persona no entrega ninguna clase de fruto? Este
pasaje no está hablando de pérdida de salvación, sino más bien de una persona
que ha hecho una profesión externa de confianza en Cristo que no se ve
reflejada en su vida.
En la parábola del sembrador leemos lo siguiente:
La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose,
son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la
vida, y no llevan fruto. (Lucas 8:14)
Oyen, pero se van, y no llevan fruto. En el versículo 6 de Juan 15, se nos muestra la misma idea en referencia a la vid.
“El que en mí no permanece, será echado fuera
como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden”. (vs. 6)
El hecho de tomar aquellos racimos que están secos y
cortarlos, se conoce como poda, y permite que la vid concentre sus fuerzas en producir
frutos en los pámpanos sanos.
Déjeme decirlo de una forma simple. Una persona que ha
entendido el evangelio es un pecador que ha sido salvado por la gracia de Dios.
Pero este pecador anhela crecer en la gracia de Dios y dar fruto en su vida.
Por otro lado, habrá muchas personas que comprenden
intelectualmente el evangelio y que se emocionan con las verdades bíblicas,
pero que no permanecen unidas a Jesús y no dan fruto en sus vidas. Ellos no han
nacido de nuevo.
¿Es fácil distinguir
entre estos tipos de personas? No, de
hecho muchas veces no podremos distinguir entre un cristiano inmaduro de
alguien que no ha nacido de nuevo.
b.- Los pámpanos fructíferos (2 b)
Pero no todo queda en eso. Dios obra en la vida de sus
hijos para que ellos lleven más fruto. La palabra más (pleiona) lleva la idea de (1) más cantidad, (2) de mejor
calidad y (3) de mayor tamaño. ¡Eso es lo que el Señor quiere para su vida!
Muchos autores cristianos han mostrado el progreso que
existe en este texto:
El comentarista Mathew
Henry dice: Hasta las ramas
fructíferas necesitan poda, porque, en el mejor de los casos, tenemos ideas,
pasiones y humores que requieren ser quitados, cosa que Cristo ha prometido
hacer por su Palabra, Espíritu y Providencia. Si se usan medios drásticos para
avanzar la santificación de los creyentes, ellos estarán agradecidos por ellos.
Una madre cristiana con poco tiempo entre su trabajo, los
deberes de la casa, su matrimonio con buenas y malas cosas, puede simplemente
conformarse con “seguir adelante” sin evaluar su vida, sin analizar lo que está
haciendo. Pero es imprescindible que lo haga. Ella debe preguntarse ¿En qué manera se ve mi obediencia a Dios?
¿Conozco lo que Dios quiere que transmita a mis hijos?
¿Se cómo debo vivir en un matrimonio que no es perfecto?
2.- RECUERDA LA LIMPIEZA ESPIRITUAL
Ya vosotros estáis
limpios por la palabra que os he hablado.
(Juan 15:3)
Permanecer en Jesús significa que Dios me purifica. La salvación de Dios el Padre, implica purificación del
pecado. Él quiere usar las tijeras de su Palabra, para limpiar nuestra vida.
La traducción de la segunda parte de este versículo puede
ser: “Todo aquel que lleva fruto, lo está limpiando para que lleva más
fruto.”
Un viñador no deja su viña tal como está, anda
continuamente revisándola y sacando todo aquellos que impide que de fruto.
Napoleón Bonaparte, mientras estaba en la isla Santa Helena, dijo acerca
del Señor Jesucristo:
“¡Qué Maestro, y qué palabra, que pueden efectuar tal revolución! ¡Con qué autoridad Él enseña a los hombres a orar! Él impone Su creencia, y nadie jamás ha sido capaz de contradecirlo… porque el evangelio contiene la más pura moralidad[3]”.
Para dar fruto en nuestra vidas debo ser limpiado por
Dios, y Dios me limpia porque quiere que mi vida de fruto. Si quiero permanecer
en Jesús, debo ser consciente que él no me dejará tal como está.
Esto es necesario porque nosotros no somos conscientes de
muchas cosas que hacemos. El rey David dijo respecto a esto.
¿Quién podrá entender sus propios errores?
Líbrame de los que me son ocultos. (Salmo
19:12)
El proceso de ser limpiado de los errores que antes nos
eran ocultos, es tremendamente doloroso. En una ocasión hablaba con un hermano
que fue consciente de algo que antes no lo era: su actitud de indiferencia y
egoísmo frente a su esposa.
Él había vivido durante años suponiendo que ella lo debía
amar, debía tolerar su mal humor, debía colocarle a él en primer lugar y debía dedicarse
a todos los deberes de la casa sin él ayudar mucho. Ese modelo lo aprendió en
su niñez y su iglesia no cambió esa manera de pensar.
Cuando al fin de años comprendió lo que enseñó Pablo: “Maridos,
amad a vuestras mujeres, así como
Cristo amó a la iglesia, y se entregó
a sí mismo por ella”. (Efesios 5:25), él fue consciente de que se casó, no
para entregarse sino para recibir.
¿Está limpiando Dios tu boca? ¿Está limpiando Dios tu
vida sexual? ¿Está limpiando Dios la manera en que manejas el auto? ¿Está
limpiando Dios tu vida del rencor que sientes contra tus padres? ¿Está
limpiando tu vida de falsos dioses que nos dicen como ser feliz sin vivir para
Dios?
3.- UNE CADA ÁREA DE TU VIDA A JESÚS
Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí
mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él,
éste lleva mucho fruto; porque
separados de mí nada podéis hacer.
(Juan 15:4, 5)
Permanecer en Jesús significa depender de Jesús en cada
área de nuestra vida. Lo que Jesús nos está diciendo es: “No sea superficial, sé un auténtico cristiano”. El verdadero
cristiano permanecerá en Jesús durante su vida, y el no cristiano tarde o
temprano se apartará.
Si hay algo que a la mayoría de nosotros nos cuesta del
cristianismo es el hecho que Jesús reclama todas las áreas de nuestra vida. La
religión dice: “Yo puedo vivir una vida
buena para Dios”. El cristianismo dice: “Soy
incapaz de vivir para Dios en mis fuerzas, necesito a Jesús en cada área de mi
vida”.
El primer ministro holandés Abraham Kuyper, quien era cristiano, dijo:
“Ni un solo espacio de nuestro mundo mental puede estar herméticamente sellado en relación al resto, y no hay un solo centímetro cuadrado en todos los dominios de la existencia humana sobre el cual Cristo, que es soberano sobre todo, no clame: ¡es mío!”[4].
El escritor inglés C.S. Lewis dijo:
“Nuestro ocio, inclusive nuestros juegos, es una materia muy importante. No hay un espacio neutral en el universo; cada medio centímetro, cada segundo es demandado por Dios y contrademandado por Satanás… Es una materia muy seria las elecciones que hacemos para recrearnos.[5]”
4.- TIENES QUE ORAR DE ACUERDO A LA PALABRA
Si permanecéis en
mí, y mis palabras permanecen en
vosotros, pedid todo lo que
queréis, y os será hecho. Juan
15:7)
Permanecer en Cristo significa que voy a querer lo que
Dios quiere. El Señor Jesús dijo: Pedid, y se os dará;
buscad, y hallaréis; llamad,
y se os abrirá. (Lucas 11:9)
Hasta ahora nada habéis pedido en mi
nombre; pedid, y recibiréis,
para que vuestro gozo sea cumplido. (Juan 16:24)
Muchas personas han leído estos pasajes han concluido que
ser cristiano me da el derecho de que Dios me conceda cada petición que tengo. Sin
embargo, un estudio de la vida de los discípulos de Cristo nos lleva a la
conclusión de que esto no es así.
Los evangelios nos muestran dos ocasiones en las que el
Señor no les concedió las peticiones a Jacobo y Juan.
Viendo esto sus
discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda
fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?
Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué
espíritu sois; (Lucas 9:54, 55)
Entonces Jacobo y
Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo:
Maestro, querríamos que nos
hagas lo que pidiéremos.
El les dijo: ¿Qué queréis que os haga?
Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el
uno a tu derecha, y el otro a tu
izquierda.
Entonces Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. (Marcos
10:35-38)
Lo que muchas veces sucede en nuestra vida es que no hay
armonía entre lo que queremos y lo que Dios quiere.
Pedís,
y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.
(Santiago 4:3)
Por eso es que la Palabra de Dios es tan importante, pues
moldea mi vida para que exista armonía entre mi voluntad y la de Dios.
Un joven podría orar: “Señor,
quiero ser el primero en mi curso”. Una jovencita podría pedir: "Señor quiero que Gonzalo se enamore de
mí”. Una madre podría orar: “Señor
que mi hijo entre a estudiar medicina”. Un padre podría orar: “Señor, por favor permite que gane mi equipo
de fútbol.” En todas estas peticiones el yo tiene predominio.
Pidámosle a Dios que nuestra vida se conforme a su
voluntad por medio de su Palabra.
5.- OBEDECE PARA GLORIFICAR A DIOS
En esto es glorificado
mi Padre, en que llevéis mucho
fruto, y seáis así mis discípulos. (Juan
15:8)
El permanecer en Jesús no tiene por objetivo exaltarnos
como buenas personas, sino engrandecer a Dios en nuestras vidas. Todo cristiano llega un punto en su vida cristiana que se
cansa de hacer lo bueno. El buscar a Dios implica renunciar a ciertas formas de
vida que nuestro mundo actual coloca como ejemplo de lo que es ser
verdaderamente feliz.
¿Por qué buscar a Dios?
¿Cuál es el objeto de vivir para él? ¿Para qué someter toda nuestra vida ante él?
Al final de sus días, mientras Napoleón Bonaparte revisaba lo que había sido su vida, dijo:
“Alejandro, Cesar, Carlomagno, y yo mismo fundamos imperios; pero ¿sobre qué fundamentos hemos hecho descansar las creaciones de nuestros genios? Sobre la fuerza. Jesucristo fundó un imperio sobre el amor; y en esta hora millones de hombres morirían por Él”[6].
Muchas veces nosotros queremos también fundar nuestro
imperio y queremos que Dios nos ayude a establecerlo. Sin embargo, permanecer
en Jesús implica pensar en el reino de Dios y no en el reino de mis sueños.
No obedezcas a Dios para que él te ayude con lo que
quieres, obedécele para glorificarle.
Hace un tiempo conversaba con un pastor amigo y nos recordamos de un hombre que estaba preso por un delito. Cuando escuchó la Palabra de Dios, quiso bautizarse y
luego dijo que quería estudiar en el instituto bíblico para predicar el
evangelio. Una vez que salió de la cárcel, Dios le concedió el privilegio que
viviera a un par de cuadras de una muy buena iglesia cristiana. Sin embargo, todos sus
buenos deseos no lo ha cumplido. Su esposa e hija le comentaban al pastor
acerca de la violencia verbal y física que ejerce este hombre.
¿Permaneció en Jesús? No, y si bien nosotros no estamos para condenar a nadie,
debemos examinarlo todo y retener aquellas cosas que son buenas y para nuestro
provecho espiritual.
Déjeme dar una última cita de Napoleón Bonaparte:
Solamente Cristo ha llegado a tener tal éxito… ante las barreras del tiempo y del espacio, a través del intervalo abismal de mil ochocientos años. Jesucristo solicita lo que la filosofía puede a menudo buscar en vano: el corazón del hombre; e incondicionalmente su demanda es satisfecha sin tardanza[7].
¿Estás dispuesto a darle tu corazón y permanecer unido a Él?
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