¿QUIÉN
TEME AL ESPÍRITU SANTO?
Daniel B. Wallace, erudito
bíblico experto en el Nuevo Testamento, pasó por duros momentos en su vida
cuando a su hijo pequeño le detectaron cáncer. Fue en esos momentos tan duros
en el que fue consciente de que el cristianismo es más que grande que los
conocimientos bíblicos. Debido a esto, quiso investigar más acerca del
ministerio del Espíritu Santo en la actualidad, y fue editor del libro ¿Quién teme al Espíritu Santo?
Cuando relata su testimonio dice que
creció en una iglesia Bautista conservadora del sur de california. A la edad de
4 años “abrió su corazón a Cristo" en el año 1956. Él creció en dicha
iglesia, sin embargo, cuando entró a la adolescencia, se estaba lentamente
enfriando y alejando de lo que alguna vez creyó.
Él cuenta como un amigo lo invitó a una
reunión de avivamiento carismático, y como luchaba en dicho lugar en su
frialdad espiritual. Luego de dicha experiencia su vida espiritual se
revitalizó tremendamente, pues se unió a una iglesia carismática. Wallace
cuenta que “El grupo era vibrante en la
adoración, y valientes en el evangelismo. Mi fe estaba viva. Mi vida de oración
era próspera, pues podía orar por horas diariamente", sin embargo,
esto no permaneció por mucho tiempo así: "Vi los abusos, y me percaté
que muchas cosas no se ajustaban a las Escrituras".
Esto lo llevó a cambiarse a una iglesia neo
carismática de la Capilla Calvario, de donde finalmente, también salió. Después
de un tiempo, su vida espiritual dio un vuelco:
"Luego de que dejé el movimiento
carismático, me tomó un tiempo en reemplazar mi pasión por Jesucristo por una
pasión por la Biblia... mi entendimiento de la Escrituras se
incrementó, pero mi caminar con Dios empezó a disminuir".
¿Qué sucedió en este caso y en
el de muchos de nosotros? El equilibrio entre el Espíritu de Dios
y la Palabra de Dios. Si descuidamos la estrecha relación entre la Tercera
Persona de la Trinidad y la Palabra de Dios, nuestra vida espiritual sufrirá
las consecuencias.
Él comenta cómo Dios, en su soberanía,
alrededor del año 1991, usó el cáncer en su hijo pequeño para mostrarle la
insuficiencia del conocimiento bíblico para la vida espiritual. A su hijo le
detectaron un raro cáncer que lo llevaría a la muerte. Fue un tiempo de
"desierto" para este gran erudito y su esposa.
Él relata esto diciendo: "A través de esta
experiencia encontré que la Biblia no era adecuada (¡parece casi una herejía lo
que dice!). Necesitaba a Dios en una forma personal - no como mi objeto de
estudio, sino como mi amigo, guía, consolador. Necesitaba una experiencia existencial con
el Santo... Me di cuenta que había despersonalizado a Dios y que no sabía cómo relacionarme
con Él. Busqué a Dios, pero lo único que encontré fue la sofocación
del Espíritu en mi tradición evangélica y en mi propio corazón."
El Señor en su misericordia permitió que
este niño fuese sanado y se convirtiera en un joven, pero dejándole una gran
lección a este creyente. Luego de esta experiencia tan impactante, Daniel Wallace escribió una serie de
conclusiones a las cuales llegó. Quizás no estamos de acuerdo con todo lo que
el autor afirma, pero analicemos con un espíritu abierto sus conclusiones.
1.- A pesar que los dones de señales cesaron en el
primer siglo, el Espíritu Santo no lo hizo.
Wallace es
cesacionista[1],
pero no cree que el Espíritu Santo dejó de actuar. ¿Qué está haciendo el Espíritu Santo hoy en día? Jesús
dijo, "mis ovejas oirán mi voz" (Juan 10:27) y Pablo
apuntó: "todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de
Dios" (Romanos 8:14).
Estoy cada vez más convencido que, si
bien Dios no se comunica con nosotros en formas que se oponen a las Escrituras,
Él a menudo, se comunica de formas no verbales con sus
hijos, dándoles seguridad, brindando aliento y guiándoles a través de las
corrientes de la vida.
2.- Si bien los carismáticos le dan mucha más
importancia a las emociones que a la relación, los evangélicos racionalistas
frecuentemente le dan más prioridad al conocimiento que a la relación.
Ambos están perdiendo el horizonte. Y
Pablo, en 1 Corintios, condenan ambas ideas. El conocimiento envanece;
y las experiencias espirituales sin amor no tienen valor.
3.- El énfasis en el conocimiento por sobre la
relación puede producir en nosotros bibliolatría.
Para mí, como profesor del Nuevo
Testamento, el texto es mi labor- pero he sido hecho para Dios. El texto había
venido a ser mi ídolo. Permítame decir esto sin rodeos: La Biblia no es un
miembro de la Trinidad. Una dama en mi iglesia, me dijo en broma: "Creo en la Trinidad; en el Padre, en el
Hijo y en la Santa Biblia". Tristemente muchos cesacionistas operan
bajo esa forma de pensar.
Uno de los legados de Karl Barth que ha sido descuidado, es
su foco cristocéntrico.
Es vergonzoso que muchos de nosotros hayamos reaccionado tan fuertemente contra
Barth, para mostrar sus deficiencias en la doctrina de la Biblia, que no hayamos
sido conscientes que nos hemos vuelto bibliólatras durante este proceso.
4.- El efecto de la bibliolatría es la despersonalización
de Dios.
Esto significa que ya no nos
relacionamos con Él. Dios viene a ser el objeto de nuestra investigación en vez
del Señor a quien nos sujetamos. La vitalidad de nuestra religión es apartada.
Como Dios es disectado y trisectado (en el caso de los tricotomistas), nuestro
estado cambia de "Yo confío en Cristo" a "Yo creo esto
de Cristo".
5.- Parte de la motivación para despersonalizar a Dios
es el deseo de control.
Lo que no queremos de los carismáticos
es su pérdida de control, su emocionalismo. Le tememos a eso. Nos gusta los
hechos acerca del fruto del Espíritu en el "autocontrol". Pero por
esto queremos decir que "hacer todas las cosas con moderación",
incluye la adoración. Pero, ¿no ha significado esto nuestro abandono de nuestra
devoción hacia Él? ¿No debemos colocar toda nuestra vida en Él, sabiendo que
aparte de Él no podemos hacer nada?
En cambio, un típico cesacionista quiere
estar en control todo el tiempo. Incluso si eso significa dejar a Dios de lado.
6.- Dios sigue siendo un Dios de sanidades y milagros.
Como cesacionista, puedo afirmar los
milagros en el día de hoy sin afirmar al hombre "obrador de
milagros". Dios sigue siendo un Dios de sanidad incluso si pienso que su modus
operandi normal no es a través de un sanador de fe.
El problema con algunos carismáticos es
que no sólo creen que Dios puede sanar, sino que debe sanar. Esta es una de
las razones por la cual el movimiento carismático es arminiano. Un par de años
atrás, contraje una extraña cefalea viral. Fui de hospital en hospital, hasta
llegar a la Clínica Mayo. En un hospital, una amiga cristiana me vino a visitar.
Ella oró por mí ¡ordenándole a Dios que me sanara! Para ella, Dios es
simplemente una herramienta, un instrumento ejercido por el todopoderoso
cristiano. Si su fe (o la mía) es lo suficientemente fuerte, Dios debe
sanarme. Pero esta es la forma en la que trabajan los genios de la lámpara.
Al mismo tiempo, el problema con muchos
no carismáticos, es que diciendo que Dios puede sanar, actúan como si no lo
hiciera. No creemos en su capacidad, no creemos realmente que Dios puede
sanar. Esto puede tomar muchas formas. Puedo dejar de orar por alguien por mi
entendimiento de la soberanía de Dios: "Todo lo que deba pasar, pasará;
y nada cambiará la mente de Dios". Por lo tanto, podemos excusarnos de
nuestra falta de oración creyendo en la soberanía de Dios. O podemos tomar la
posición opuesta. "Dios no es lo suficientemente poderoso para este
tipo de cosas". Seguro que podemos creer que Él puede realizar
milagros de vez en cuando. Pero quizás probablemente agotó su cuota para el
año, entonces ¿para qué orar?
7.- El racionalismo evangélico puede causar deserción
espiritual.
Con esto me refiero a la sofocación del
Espíritu en el entrenamiento teológico de los postgraduados.
Muchos profesores de seminarios pueden
pensar en ejemplos de buenos estudiantes jóvenes que perdieron sus convicciones
cristianas en el ambiente académico. ¿Cuántas veces hemos enviado a Daniel al
foso de los leones, solo para decirles con nuestras acciones que nuestras
oraciones no fueron suficientes? Debemos recordar – especialmente a aquellos
que están en el ambiente académico- que la exégesis y la apologética no son el
total de la vida cristiana.
8.- Muchos de los agentes de poder del evangelicalismo
del último siglo fueron hombres blanco obsesivo-compulsivos.
Desde los días de los princetonianos
(Hodge, Warfield, Machen, et al) el evangelicalismo americano no carismático ha
sido dominado por hombres varones de sentido común escocés, de la
post-ilustración, que usan el lado izquierdo del cerebro y
obsesivo-compulsivos.
Esta situación nos revela que se está
suprimiendo parte de la imagen de Dios, suprimiendo parte del testimonio del
Espíritu, y que no estamos en línea con el cristianismo histórico.
De esto podemos concluir que la
comunidad evangélica blanca necesita escuchar a la comunidad evangélica negra.
Además, debemos recordar que el Espíritu Santo no solo trabaja con el lado
izquierdo de nuestro cerebro: el enciende nuestra imaginación, nos causa
regocijo, nos hace reír, cantar y crear. Finalmente, los varones hemos fallado
en escuchar a las mujeres en nuestro medio. Si la imago Dei ha sido puesta en la humanidad en hombres y mujeres,
hemos aplastado la contribución de las mujeres, y hemos distorsionado dicha
imagen a un mundo que nos está observando.
9.- La guía del Espíritu Santo aun es necesaria para
discernir la voluntad de Dios.
El racionalismo en nuestros círculos ha
hecho que hacer decisiones sea meramente un acto cognitivo. No hay lugar para
la oración. No hay una habitación para el Espíritu. Creo que hay un terreno
intermedio entre estar expectante a recibir diariamente revelaciones, por un
lado, y basar nuestras decisiones meramente en la lógica y el sentido común por
el otro. No recibo revelaciones, pero creo que el Espíritu Santo a menudo me
guía por medio de impulsos inarticulados.
10.- En medio de nuestra búsqueda del poder del
Espíritu Santo, no debemos olvidar los sufrimientos de Cristo.
Este es el mensaje del Evangelio según
Marcos: Los discípulos no pueden tener a Cristo en gloria sin Cristo en el
sufrimiento.
Tiempo atrás, uno de mis estudiantes
murió de cáncer. Y otro estuvo a punto de morir. Y por esto comencé a insistir
a los estudiantes en el seminario que oráramos por la intervención de Dios. El
Señor no respondió nuestra oración como esperábamos. Brendan igualmente murió.
Mi propio dolor se incrementó cuando vi a sus tres pequeños hijos parados
dolidos en su servicio fúnebre.
He aprendido a través del sufrimiento a
ser honesto con Dios. Él no es sólo omnipotente; él es también el Dios de todo
consuelo. Y nos toma en medio del sufrimiento, no para sacarnos fuera de ellos,
esta es uno de las formas básicas por medio de las que el Espíritu nos acerca a
Dios.
11.- Finalmente una pregunta, ¿De qué nos testifica el
Espíritu Santo?
Ciertamente de la resurrección de
Cristo. ¿Qué hay acerca de las Escrituras? ¿Acerca de una interpretación
particular quizás? ¿Acerca de cuestiones escatológicas? ¿Acerca de cuestiones
exegéticas? No seamos rápidos en contestar. Algunas de estas cosas las debemos
repensar. De hecho, mi desafío para ustedes es este: reexaminen la enseñanza
del Nuevo Testamento acerca del Espíritu Santo. No pasen por encima de los
pasajes, sino luchen por su significado. Si el Espíritu Santo no murió en el
primer siglo, ¿entonces ¿qué está haciendo él hoy en día?
En conclusión, a mis amigos carismáticos
les digo: No evitemos el sufrimiento como si fuese mal necesario, ya que no
podemos abrazar a Cristo en su resurrección sin abrazarle en su muerte. A mis
amigos cesacionistas: No debemos anestesiar nuestro dolor enterrando nuestras
cabezas en el texto, como si una experiencia semignóstica de la Biblia fue a
resolver de alguna manera nuestra miseria. Y a mi hijo le digo: Te amo, Andy. Y
estoy agradecido por todo lo que tu joven fe me ha enseñado acerca de la vida y
acerca de Dios.
Creo que al analizar estos 11 puntos nos
damos cuenta que la doctrina del Espíritu Santo es mucho más que hablar de
ciertos dones en particular. Se trata de nuestra vida cristiana, de nuestro
caminar con Dios. Por ello necesitamos que sea el Espíritu de Dios el que
aplique su la Palabra de Dios con poder a nuestras vidas.
[1] El cesacionismo y el continuismo son
dos maneras diferentes de entender cómo operan los dones milagrosos en nuestro
tiempo. Estudiaremos más acerca de este tema.