jueves, 27 de julio de 2017

JULIO 2017: UN INVIERNO VALÓRICO
¿Cuál es el fundamento para distinguir lo bueno de lo malo? (Parte 1)
P. Manuel Rivas




Las recién finalizadas vacaciones de invierno en Chile, han estado marcadas por los debates televisivos acerca de la llegada del bus de la diversidad y del trámite en el Congreso acerca de la despenalización del aborto por tres causales.
Seguramente, muchos de nosotros, hemos sido parte de este debate en nuestros lugares de trabajo y en conversaciones con familiares y amigos. Y también hemos sido testigos de la polarización que ha entrañado este proceso. Hemos vivido, en las últimas semanas un invierno valórico.
Algunas preguntas que han estado en boca de muchos, se refieren a si estas leyes restringirán la libertad de los padres respecto a su función de crianza de sus hijos, o si es aceptable que el Estado tome la función de guiar valóricamente a nuestros hijos o si es correcto la adopción de niños por parte de parejas homoparentales. Sin lugar a dudas los temas que se están discutiendo son muy complejos, y las afirmaciones breves, tipo twitter o Facebook, no pueden darnos un panorama completo de lo que sucede.
Si bien no soy un experto legislativo ni tampoco médico; en mi humilde posición de pastor de una iglesia cristiana evangélica, quisiera proponer que para poder adentrarse en este tema es imprescindible dar “dos pasos atrás” y así tener una vista panorámica de todo lo que está sucediendo. Dicho de otra forma, necesitamos mirar el cuadro completo antes de adentrarnos en la especificidad de las leyes en cuestión.
Creo que todos los actores de estas disputas son movidos en principio (al menos así lo dan a entender), por el deseo de vivir en una “sociedad más justa” que represente a todos y que evite la exclusión de las minorías. Pero es claro que esta declaración de buenas intenciones no es suficiente para llevarnos a acuerdos ni a comprendernos; y esto, según mi parecer, por el alto contenido valórico de los temas en cuestión. Es decir, no estamos decidiendo acerca del color del uniforme de las Fuerzas Armadas, ni del modelo de autos que se adquirirá para Carabineros; sino acerca de temas que se relacionan directamente con la visión de Ser Humano. La Persona humana es la que está en el centro de este debate.
Por lo cual, si queremos aprobar leyes que vayan en directo beneficio de los seres humanos, debemos buscar un fundamento firme que nos permite distinguir entre lo bueno y lo malo. El objetivo de este blog es revisar distintas posibilidades que nos permitan diferenciar entre los correcto e incorrecto. Por eso me atrevo a solicitarle a la persona que lee este artículo, independiente de si es creyente o no, que pueda revisar lo que aquí se expone, para de esta manera, comprender la visión cristiana evangélica de este asunto.

A través de la historia, la tradición judeo-cristiana ha afirmado que es imposible que nosotros los seres humanos per se, seamos el fundamento sobre el cual erigir y diferenciar lo bueno y lo malo. La historia nos enseña que las utopías políticas de distinto color han sido movidas por el deseo de lograr una sociedad más justa; pretensiones que han chocado con la cruda realidad. Por este motivo es que el cristianismo afirma que los seres humanos no podemos ser la base del bien y el mal.
Un ejemplo concreto acerca de esto es lo que está escrito en uno de los libros del Antiguo Testamento, conocido como Isaías.

¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!                                                           (Isaías 5:20)


Isaías, un profeta que escribió cerca del 700 A.C. nos habla acerca de la situación de la sociedad judía de su época. Este hombre se encargó de aconsejar a los reyes de Israel y Judá en un período de crisis.
Es interesante notar que este pequeño verso contiene tres ideas. La primera de ellas es una especie de veredicto divino acerca del problema de lo bueno y lo malo, y las dos siguientes son comparaciones respecto a lo bueno y lo malo.
Creo que hay tres cosas que podemos aprender de este versículo.


1.- La realidad del bien y el mal es objetiva
Para Isaías, el bien y el mal son realidades objetivas que están fuera de la persona. De la misma manera que los conceptos de luz y tinieblas son objetivos; el bien y el mal también lo son. Por esto Isaías afirma de algunos de sus contemporáneos que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz.
Quizás una persona tenga un problema a la vista que le haga imposible ver la luz, sin embargo, eso no significa que la luz no exista, sino que esa persona no puede verla. Esta comparación del bien y el mal moral, se encuentra en otras partes de la Biblia. Por ejemplo, el rey David dijo en oración a Dios.
Tú encenderás mi lámpara;
Jehová mi Dios alumbrará mis tinieblas. (salmo 18:28)

Pero, por si no quedase claro el punto, Isaías usa una segunda comparación acerca de lo mismo. Nos habla acerca de los hombres que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo. En esta tercera línea se nos presenta una segunda comparación en la cual se usa el sentido del gusto para distinguir sabores.
Al nacer, tenemos alrededor de 10,000 papilas gustativas, las cuales tienen receptores que responden al menos a una de las cinco cualidades básicas del gusto: dulce, agrio o ácido, amargo, salado y umami[1]. Ahora bien, lo que Isaías afirma es que si alguien nos invita una taza de té y nos coloca una botella que contiene vinagre para endulzar, ¡nuestro té no sabrá agradable!
La Biblia usa en el libro de Jeremías la comparación del sabor amargo para relacionarlo con el mal.
…Sabe, pues, y ve cuán malo y amargo es el haber dejado tú a Jehová tu Dios, y faltar mi temor en ti, dice el Señor, Jehová de los ejércitos.                                         (Jeremías 2:19)

En la cosmovisión de este profeta, no era él quien determinaba lo bueno y lo malo, no era la sociedad judía la que determinaba el bien y el mal, sino que estos son parte de una realidad externa y objetiva. Lo que Isaías está afirmando es que existe “lo bueno” y “lo malo” y que esto es independiente de quien o quienes lo diga.


2.- El bien y el mal objetivos pueden ser desvirtuados por los seres humanos
Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo

Ahora que hemos visto las comparaciones, revisemos la primera declaración que hace Isaías. Esta afirmación del profeta no debiese sorprendernos; es más, creo que todos estamos de acuerdo con ella. Al mirar la historia humana, podemos encontrar muchos casos en los cuales nos hallamos pensando: “¡Esto es injusto!”. Sea que hablemos de individuos o sociedades completas, la historia apoya la afirmación de este profeta de momentos en la historia en las cual los seres humanos han actuado injustamente, y esto a pesar de la aprobación de la mayoría.
Las personas a las cuales hace referencia Isaías, se han esforzado por cambiar la etiqueta de sus acciones morales, pero esto no ha cambiado su esencia. Aquí hay una severa advertencia para cada sociedad humana, pues en el ejercicio de nuestras actividades podemos tratar de redefinir lo objetivo.
Pienso en este momento en el experimento social que realizó Alan Sokal, un doctor en física, el cual escribió un artículo denominado "Transgresión de las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica", en la cual planteaba que la Ley de Gravedad era una realidad que dependía de la sociedad. Todo esto era una broma, con el objeto de mostrar los extremos a los cuales podemos llegar en nuestro deseo de decidir todo[2].
De la misma manera que decirle “azúcar” al vinagre, no cambia su esencia, el decirle “bueno” a lo malo tampoco lo hará.


3- Dios es la base del bien y el mal
¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo!
Isaías no sólo dice que existe el bien y el mal objetivo, sino que existe una base para la moralidad. Y esta base es Dios mismo. En los versos siguientes este profeta afirma:
Porque desecharon la ley de Jehová de los ejércitos, y abominaron la palabra del Santo de Israel.                                                                                 (Isaías 5:24)

En esta porción de la Biblia, el profeta usa la palabra “Ay”, que muestra el veredicto divino de las acciones del pueblo de Israel. Isaías señala que hay un problema más profundo que deleitarse en hacer el mal y es el redefinir lo bueno y lo malo. De tal manera que la causa que Isaías da para el “reetiquetamiento” del bien y el mal en su época, fue el dejar de lado la relación que mantenían con Dios.
Por este motivo, el famoso reformador Juan Calvino comenta este versículo: "
Si Isaías pronuncia una maldición sobre personas, cuando dicen del mal que es bueno, y del bien que es malo, ¿cuánto más sobre los que han sido elevados entre los elevados para ocupar un cargo público, cuyo deber es defender lo correcto y honorable?”[3]


Sin embargo, es obvio para cualquier lector que las personas de nuestro tiempo no creen estas afirmaciones que hemos encontrado en este versículo. Esto, según mi impresión, es la base de la diferencia de cómo se aborda el tema valórico entre creyentes y los que no lo son. A modo de ejemplo, en uno de los debates hace un par de semanas, Luis Larraín, quien creó la fundación Iguales, señaló a su opositor en el debate, del Observatorio Legislativo Cristiano, que ellos querían mezclar sus “ideas religiosas” a la hora de debatir las leyes.
Se apela a la separación de la Iglesia y el Estado para anular los argumentos de los cristianos, y se nos hace una petición de principio: “Dejen fuera a Dios de todo esto” o “no usen el nombre de Dios en este debate”.
Estoy convencido que nuestra forma de Gobierno incluye la separación entre la Iglesia y el Estado. Por este motivo, como pastor en ejercicio, no podría ser de mucha ayuda en el Parlamento pues desconozco las leyes actuales, no he estudiado a fondo la Constitución ni estoy inmerso en los problemas sociales de algunas de las comunidades de nuestro país. En realidad, no es mi vocación principal; además de esto, tengo la convicción que el mero hecho que alguien se declare cristiano, no significa que va a desempeñar una mejor labor en el parlamento que alguien que no lo es.
Sin embargo, un legislador cristiano puede ser de gran ayuda en el Parlamento, pero esta función no puede hacerla dejando fuera a Dios de su deber. ¿Por qué? Porque obviamente un legislador cristiano ve a la Persona Humana a través de su cosmovisión cristiana. Cada vez que él se levanta, sabe que está en el mundo de Dios y que vive problemas debido a la desobediencia humana. Cada vez que trata con personas, sabe que hay una dignidad en esas personas porque han sido creados por Dios mismo.
No se le puede pedir al cristiano que ejerza su derecho de opinión dejando de lado a Dios. Esto sería como pedirle al ateo que incluya a Dios en su forma de ver la vida: ¡No puede! O quizás sería mejor decir, no quiere. Por lo cual, la petición de dejar a Dios fuera del debate legislativo no puede ser llevada a cabo, es una petición de principio irrealizable; pues cada persona va con su visión de vida caminando por su vida.


Ahora bien, para terminar este post; los tres principios extraídos desde Isaías no son aceptados por una parte importante de nuestra sociedad. No creen que Dios sea la realidad última a la cual apelar para determinar el bien y el mal, y piensan que, si lográramos sacar a Dios del debate, ganaríamos mucho.
Aquí es donde tomamos la pelota y se la arrojamos a los “otros” para que ellos nos respondan. Antes de adentrarnos en la especificidad de las leyes les pedimos que nos respondan: Si Dios no puede ser invocado para hacer juicios éticos, ¿cuál es el fundamento para poder discernir el bien del mal? O, como pretenden que hagamos, si dejamos a Dios fuera del debate legislativo, ¿de qué manera podemos determinar lo justo y bueno para nuestra sociedad?


En la segunda parte de este tema trataremos esa cuestión.