sábado, 24 de enero de 2015

5 PRINCIPIOS PARA PERMANECER UNIDOS A JESÚS




Durante este año se conmemoran los 200 años de la batalla de Waterloo. El 1° de Marzo de 1815, una noticia electrizó a toda Europa. Napoleón Bonaparte, el hombre que durante 20 años había logrado dominar a toda Europa, se había escapado del exilio que le habían dado sus enemigos en una pequeña isla.
Este hombre, cuando regresó a Francia, empezó a reunir a los hombres para formar un nuevo ejército que derrotara a las potencias aliadas de Austria, Inglaterra, Prusia y Rusia y, de esa forma, constituir a Francia en una nueva potencia mundial.
El 17 de Junio de 1815, el duque de Wellington, quien comandaba las fuerzas aliadas en contra de Napoleón, colocó sus fuerzas de 68.000 hombres en un pequeño monte esperando el ataque de los franceses, quienes tenían un ejército de 250.000 hombres.
Parecía una batalla segura para el general francés, pero este hombre cometió muchos errores para dirigir a su ejército. Su hermano Jerónimo, diría unos años después que durante esta batalla Napoleón Bonaparte sufría de fiebre, cistitis y hemorroides, agravadas por las largas horas de cabalgata. El que había sido un gran emperador hace 20 años, ahora era un hombre gordo y avejentado que dudaba de las decisiones que debía tomar.
Además, la lluvia que cayó en el inicio de la batalla, retrasó el inicio de esta y perjudicó el factor sorpresa que había planificado Napoleón.
Finalmente los franceses perdieron la batalla de Waterloo y se rindieron el 15 de Julio. Napoleón llegó a París tres días después y firmó una segunda abdicación el 22 de junio siendo exiliado de por vida a la vida Santa Helena[1][2].
Las victorias de hace 20 años atrás no fueron prenda de garantía para que este famoso estratega militar pudiese disfrutar de nuevas victorias.
De la misma forma, nosotros enfrentamos cada día nuevas circunstancias, nuevas realidades que hacen que lo que vivimos tiempo atrás, no sea prenda de garantía de lo que pasaremos durante este año 2015.



El Señor Jesús, antes de llegar al huerto de Getsemaní a orar, y después de tener la cena pascual en el Aposento Alto en Jerusalén, se detuvo con sus apóstoles en el Valle del Cedrón, para darles las últimas enseñanzas.
Luego de terminar la Santa Cena, les dijo a sus discípulos: “Levantaos, vamos de aquí” (Juan 14:31). Y mientras ellos caminaban bajo la luna llena del 14 del mes de Nisán, pasaron en medio de los viñedos que había en esa noche de luna llena.
Ese era el lugar preciso para comenzar a explicar lo que hoy tenemos en los capítulos 15 al 17 del evangelio de Juan. El Señor Jesús les explica que la clave de la vida cristiana es mantenernos unidos a él en forma continua.
Esto es lo que los cristianos han conocido como la doctrina de la perseverancia de los santos. El teólogo Wayne Grudem la define de la siguiente forma: 
“La perseverancia de los santos quiere decir que todos los que verdaderamente han nacido de nuevo serán guardados por el poder de Dios y perseverarán como creyentes hasta el fin de sus vidas, y que solo los que perseveran hasta el fin han nacido de nuevo”.
El Señor Jesús lo expresó de la siguiente manera.
Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos.               (Juan 8:31)

¿Qué significa permanecer en Jesús? ¿Cómo podemos evitar que las condiciones climáticas de la vida y nuestras enfermedades nos lleven a tomar malas decisiones? Revisemos 5 principios para permanecer en unidos a Jesús.
1.    Fíjate en lo que produce tu vida. (vs. 2)
2.    Recuerda la limpieza espiritual. (vs. 3)
3.    Une cada área de tu vida a Jesús (vs. 4 y 5)
4.    Tienes que orar de acuerdo a la Palabra (vs. 7)
5.    Obedece para glorificar a Dios (vs. 8)

Revisemos pues cada uno de estos puntos.

1.- FÍJATE EN LO QUE PRODUCE TU VIDA
Todo pámpano que en mí no lleva fruto,  lo quitará;  y todo aquel que lleva fruto,  lo limpiará,  para que lleve más fruto.
El que en mí no permanece,  será echado fuera como pámpano,  y se secará;  y los recogen,  y los echan en el fuego,  y arden.          (Juan 15:2 y 6)

Permanecer en Jesús significa llevar una vida fructífera. La palabra fruto aparece 8 veces en este pasaje en los versículos 3, 4, 5, 8 y 16. Y en estos versículos se nos explica acerca del tipo de labor que el Padre hace en nuestras vidas para que se produzca fruto.
a.- Los pámpanos infructíferos (2 a)
¿Qué sucede cuando una persona no entrega ninguna clase de fruto? Este pasaje no está hablando de pérdida de salvación, sino más bien de una persona que ha hecho una profesión externa de confianza en Cristo que no se ve reflejada en su vida.
En la parábola del sembrador leemos lo siguiente:
La que cayó entre espinos,  éstos son los que oyen,  pero yéndose,  son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida,  y no llevan fruto.                    (Lucas 8:14)

Oyen, pero se van, y no llevan fruto. En el versículo 6 de Juan 15, se nos muestra la misma idea en referencia a la vid.
“El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano,  y se secará;  y los recogen, y los echan en el fuego,  y arden”.                                                         (vs. 6)

El hecho de tomar aquellos racimos que están secos y cortarlos, se conoce como poda, y permite que la vid concentre sus fuerzas en producir frutos en los pámpanos sanos.
Déjeme decirlo de una forma simple. Una persona que ha entendido el evangelio es un pecador que ha sido salvado por la gracia de Dios. Pero este pecador anhela crecer en la gracia de Dios y dar fruto en su vida.
Por otro lado, habrá muchas personas que comprenden intelectualmente el evangelio y que se emocionan con las verdades bíblicas, pero que no permanecen unidas a Jesús y no dan fruto en sus vidas. Ellos no han nacido de nuevo.
¿Es fácil distinguir entre estos tipos de personas? No, de hecho muchas veces no podremos distinguir entre un cristiano inmaduro de alguien que no ha nacido de nuevo.

b.- Los pámpanos fructíferos (2 b)
Pero no todo queda en eso. Dios obra en la vida de sus hijos para que ellos lleven más fruto. La palabra más (pleiona) lleva la idea de (1) más cantidad, (2) de mejor calidad y (3) de mayor tamaño. ¡Eso es lo que el Señor quiere para su vida!
Muchos autores cristianos han mostrado el progreso que existe en este texto:


El comentarista Mathew Henry dice: Hasta las ramas fructíferas necesitan poda, porque, en el mejor de los casos, tenemos ideas, pasiones y humores que requieren ser quitados, cosa que Cristo ha prometido hacer por su Palabra, Espíritu y Providencia. Si se usan medios drásticos para avanzar la santificación de los creyentes, ellos estarán agradecidos por ellos.
Una madre cristiana con poco tiempo entre su trabajo, los deberes de la casa, su matrimonio con buenas y malas cosas, puede simplemente conformarse con “seguir adelante” sin evaluar su vida, sin analizar lo que está haciendo. Pero es imprescindible que lo haga. Ella debe preguntarse ¿En qué manera se ve mi obediencia a Dios?
¿Conozco lo que Dios quiere que transmita a mis hijos? ¿Se cómo debo vivir en un matrimonio que no es perfecto?

2.- RECUERDA LA LIMPIEZA ESPIRITUAL
Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.
(Juan 15:3)
Permanecer en Jesús significa que Dios me purifica. La salvación de Dios el Padre, implica purificación del pecado. Él quiere usar las tijeras de su Palabra, para limpiar nuestra vida.
La traducción de la segunda parte de este versículo puede ser: “Todo aquel que lleva fruto, lo está limpiando para que lleva más fruto.”
Un viñador no deja su viña tal como está, anda continuamente revisándola y sacando todo aquellos que impide que de fruto.

Napoleón Bonaparte, mientras estaba en la isla Santa Helena, dijo acerca del Señor Jesucristo:
“¡Qué Maestro, y qué palabra, que pueden efectuar tal revolución! ¡Con qué autoridad Él enseña a los hombres a orar! Él impone Su creencia, y nadie jamás ha sido capaz de contradecirlo… porque el evangelio contiene la más pura moralidad[3]”.
Para dar fruto en nuestra vidas debo ser limpiado por Dios, y Dios me limpia porque quiere que mi vida de fruto. Si quiero permanecer en Jesús, debo ser consciente que él no me dejará tal como está.
Esto es necesario porque nosotros no somos conscientes de muchas cosas que hacemos. El rey David dijo respecto a esto.
¿Quién podrá entender sus propios errores?
Líbrame de los que me son ocultos.                                          (Salmo 19:12)

El proceso de ser limpiado de los errores que antes nos eran ocultos, es tremendamente doloroso. En una ocasión hablaba con un hermano que fue consciente de algo que antes no lo era: su actitud de indiferencia y egoísmo frente a su esposa.
Él había vivido durante años suponiendo que ella lo debía amar, debía tolerar su mal humor, debía colocarle a él en primer lugar y debía dedicarse a todos los deberes de la casa sin él ayudar mucho. Ese modelo lo aprendió en su niñez y su iglesia no cambió esa manera de pensar.
Cuando al fin de años comprendió lo que enseñó Pablo: “Maridos,  amad a vuestras mujeres,  así como Cristo amó a la iglesia,  y se entregó a sí mismo por ella”. (Efesios 5:25), él fue consciente de que se casó, no para entregarse sino para recibir.

¿Está limpiando Dios tu boca? ¿Está limpiando Dios tu vida sexual? ¿Está limpiando Dios la manera en que manejas el auto? ¿Está limpiando Dios tu vida del rencor que sientes contra tus padres? ¿Está limpiando tu vida de falsos dioses que nos dicen como ser feliz sin vivir para Dios?


3.- UNE CADA ÁREA DE TU VIDA A JESÚS 
Permaneced en mí,  y yo en vosotros.  Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo,  si no permanece en la vid,  así tampoco vosotros,  si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid,  vosotros los pámpanos;  el que permanece en mí,  y yo en él,  éste lleva mucho fruto;  porque separados de mí nada podéis hacer.
(Juan 15:4, 5)

Permanecer en Jesús significa depender de Jesús en cada área de nuestra vida. Lo que Jesús nos está diciendo es: “No sea superficial, sé un auténtico cristiano”. El verdadero cristiano permanecerá en Jesús durante su vida, y el no cristiano tarde o temprano se apartará.
Si hay algo que a la mayoría de nosotros nos cuesta del cristianismo es el hecho que Jesús reclama todas las áreas de nuestra vida. La religión dice: “Yo puedo vivir una vida buena para Dios”. El cristianismo dice: “Soy incapaz de vivir para Dios en mis fuerzas, necesito a Jesús en cada área de mi vida”.
El primer ministro holandés Abraham Kuyper, quien era cristiano, dijo: 
Ni un solo espacio de nuestro mundo mental puede estar herméticamente sellado en relación al resto, y no hay un solo centímetro cuadrado en todos los dominios de la existencia humana sobre el cual Cristo, que es soberano sobre todo, no clame: ¡es mío!”[4].
El escritor inglés C.S. Lewis dijo: 
“Nuestro ocio, inclusive nuestros juegos, es una materia muy importante. No hay un espacio neutral en el universo; cada medio centímetro, cada segundo es demandado por Dios y contrademandado por Satanás… Es una materia muy seria las elecciones que hacemos para recrearnos.[5]


4.- TIENES QUE ORAR DE ACUERDO A LA PALABRA
Si permanecéis en mí,  y mis palabras permanecen en vosotros,  pedid todo lo que queréis,  y os será hecho.                                                               Juan 15:7)

Permanecer en Cristo significa que voy a querer lo que Dios quiere. El Señor Jesús dijo: Pedid,  y se os dará;  buscad,  y hallaréis;  llamad,  y se os abrirá. (Lucas 11:9)
Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre;  pedid,  y recibiréis,  para que vuestro gozo sea cumplido. (Juan 16:24)

Muchas personas han leído estos pasajes han concluido que ser cristiano me da el derecho de que Dios me conceda cada petición que tengo. Sin embargo, un estudio de la vida de los discípulos de Cristo nos lleva a la conclusión de que esto no es así.
Los evangelios nos muestran dos ocasiones en las que el Señor no les concedió las peticiones a Jacobo y Juan.
Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan,  dijeron: Señor,  ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo,  como hizo Elías,  y los consuma?
Entonces volviéndose él,  los reprendió,  diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; (Lucas 9:54, 55)

Entonces Jacobo y Juan,  hijos de Zebedeo,  se le acercaron,  diciendo:  Maestro,  querríamos que nos hagas lo que pidiéremos.
El les dijo:  ¿Qué queréis que os haga?
Ellos le dijeron:  Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha,  y el otro a tu izquierda.
Entonces Jesús les dijo:  No sabéis lo que pedís. (Marcos 10:35-38)

Lo que muchas veces sucede en nuestra vida es que no hay armonía entre lo que queremos y lo que Dios quiere.
Pedís,  y no recibís,  porque pedís mal,  para gastar en vuestros deleites.
(Santiago 4:3)
Por eso es que la Palabra de Dios es tan importante, pues moldea mi vida para que exista armonía entre mi voluntad y la de Dios.
Un joven podría orar: “Señor, quiero ser el primero en mi curso”. Una jovencita podría pedir: "Señor quiero que Gonzalo se enamore de mí”. Una madre podría orar: “Señor que mi hijo entre a estudiar medicina”. Un padre podría orar: “Señor, por favor permite que gane mi equipo de fútbol.” En todas estas peticiones el yo tiene predominio.
Pidámosle a Dios que nuestra vida se conforme a su voluntad por medio de su Palabra.

5.- OBEDECE PARA GLORIFICAR A DIOS
En esto es glorificado mi Padre,  en que llevéis mucho fruto,  y seáis así mis discípulos. (Juan 15:8)

El permanecer en Jesús no tiene por objetivo exaltarnos como buenas personas, sino engrandecer a Dios en nuestras vidas. Todo cristiano llega un punto en su vida cristiana que se cansa de hacer lo bueno. El buscar a Dios implica renunciar a ciertas formas de vida que nuestro mundo actual coloca como ejemplo de lo que es ser verdaderamente feliz.
¿Por qué buscar a Dios? ¿Cuál es el objeto de vivir para él? ¿Para qué someter toda nuestra vida ante él?
Al final de sus días, mientras Napoleón Bonaparte revisaba lo que había sido su vida, dijo: 
“Alejandro, Cesar, Carlomagno, y yo mismo fundamos imperios; pero ¿sobre qué fundamentos hemos hecho descansar las creaciones de nuestros genios? Sobre la fuerza. Jesucristo fundó un imperio sobre el amor; y en esta hora millones de hombres morirían por Él”[6].

Muchas veces nosotros queremos también fundar nuestro imperio y queremos que Dios nos ayude a establecerlo. Sin embargo, permanecer en Jesús implica pensar en el reino de Dios y no en el reino de mis sueños.
No obedezcas a Dios para que él te ayude con lo que quieres, obedécele para glorificarle.

          Hace un tiempo conversaba con un pastor amigo y nos recordamos de un hombre que estaba preso por un delito. Cuando escuchó la Palabra de Dios, quiso bautizarse y luego dijo que quería estudiar en el instituto bíblico para predicar el evangelio. Una vez que salió de la cárcel, Dios le concedió el privilegio que viviera a un par de cuadras de una muy buena iglesia cristiana. Sin embargo, todos sus buenos deseos no lo ha cumplido. Su esposa e hija le comentaban al pastor acerca de la violencia verbal y física que ejerce este hombre.
¿Permaneció en Jesús? No, y si bien nosotros no estamos para condenar a nadie, debemos examinarlo todo y retener aquellas cosas que son buenas y para nuestro provecho espiritual.

Déjeme dar una última cita de Napoleón Bonaparte
Solamente Cristo ha llegado a tener tal éxito… ante las barreras del tiempo y del espacio, a través del intervalo abismal de mil ochocientos años. Jesucristo solicita lo que la filosofía puede a menudo buscar en vano: el corazón del hombre; e incondicionalmente su demanda es satisfecha sin tardanza[7].


         ¿Estás dispuesto a darle tu corazón y permanecer unido a Él?

lunes, 19 de enero de 2015

¿QUÉ SIGNIFICA PERMANECER EN JESÚS?



Permaneced en mí,  y yo en vosotros.  Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo,  si no permanece en la vid,  así tampoco vosotros,  si no permanecéis en mí. 
(Juan 15:4)

El 1° de Agosto de 1785, el almirante francés Jean François de Galaup, informó al rey de su país que había zarpado de puerto francés la expedición del capitán La Perouse, para recorrer el Atlántico y el Pacífico de forma tal que su nación tuviese un primer lugar en las expediciones navieras.
Sin embargo, tres años y medio después, el 10 de marzo de 1789, los dos barcos zarparon de Australia, con curso hacia el noreste. Y nunca más se supo de ellos. Un escritor escocés de la época dijo: 
“Se esfumó en la azul inmensidad sin dejar huella y sólo su misteriosa y apesadumbrada sombra ronda en todas las cabezas y corazones.”

¿Qué sucedió? ¿Cómo una tripulación de 400 de los mejores hombres de Francia desaparecieron en el mar? ¿Cómo fue posible que una embarcación segura y compuestas por grandes hombres tuviese ese final? Unos isleños les mostraron a los investigadores un arrecife al cual le llamaban “Falso” o “Pasaje del naufragio” donde los dos navíos encallaron y comenzaron a hundirse. La mayoría de los hombres murieron y sólo unos cuantos sobrevivieron para pasar el resto de sus vidas entre los indígenas.

De una forma similar, los apóstoles del Señor Jesús vivieron en la noche previa a la muerte del Señor Jesús, un “pasaje del naufragio” en el cual vieron como su fe, su fidelidad y su relación con el Señor Jesucristo encalló en las pruebas.
·                Un discípulo estaba en proceso de traicionarlo = Judas.
·                El líder de los discípulos lo negó tres veces, e incluso llegó a maldecirlo = Pedro.
·                Los otros discípulos huyeron y lo abandonaron en la noche más difícil del maestro.

Por esto es que el Señor Jesús, antes de llegar al huerto de Getsemaní a orar, y después de tener la Cena Pascual en el Aposento Alto en Jerusalén, se detuvo con sus apóstoles en el Valle del Cedrón, para darles las últimas enseñanzas.
Luego de terminar la Santa Cena, les dijo a sus discípulos: 
“Levantaos, vamos de aquí” (Juan 14:31). 
Y mientras ellos caminaban, bajo la luna llena del 14 del mes de Nisán, pasaron en medio de los viñedos que había en esa noche de luna llena.
Ese era el lugar preciso para comenzar a explicar lo que hoy tenemos en los capítulos 15 al 17 del Evangelio de Juan. El Señor Jesús les habla de la importancia para los hijos de Dios de mantenernos unidos a él en forma continua.
Quisiera que meditáramos en esto: En nuestra vida muchas veces, al igual que esos hombres,  vivimos “el pasaje del naufragio”. Por esto es que debemos comprender la importancia de seguir unidos a Jesús siempre.
Seguramente al igual que yo, has sido testigo de muchas personas que asistían a una iglesia cristiana evangélica. Cantaban, ofrendaban, servían e  incluso testificaban, pero muchos no continuaron.


Permanecer unidos a Jesús no es un mero asentimiento intelectual de las verdades bíblicas, es más que eso. No se trata de sólo de asistir a una iglesia cristiana por un tiempo y cantar algunas hermosas alabanzas. El permanecer unido a Jesús es vivir en una relación vital con él.
El Comentario Bíblico de los Profesores de Salamanca señala:
El verbo “permanecer” (μένω), es el término propio y técnico de Juan. Lo usa 40 veces en su evangelio y 23 en su primera epístola. Y formula aquí con él la íntima, permanente y vital unión de los fieles con Cristo… Lo esencial es estar unidos a Cristo.

¡Lo ves! Es una unión íntima, permanente y vital. Algunos sinónimos de permanecer son: hacer escala, esperar, morar, durar, perdurable, permanecer, permanente, perseverar, persistir, posar, quedar, retener, vivir.

¿Es tu relación con Dios perdurable? ¿Persistes en seguir a Jesús a pesar de los vaivenes de la vida moderna? ¿Retienes los principios bíblicos como valiosos aunque nuestra sociedad actual los considere irrelevantes?
La expedición de La Perouse, cuando salió de puerto francés, estaba segura que lograrían llegar nuevamente con éxito de su misión, pero fracasaron porque confiaban en sí mismos y en sus embarcaciones y cuando navegaron en aguas desconocidas, se hundieron.
El Señor Jesús lo expresó de la siguiente manera.
Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos. (Juan 8:31)

Creo que aquí tenemos una definición clara y profunda de lo que significa ser cristiano. Estos judíos ya habían creído en Jesús y habían manifestado públicamente que confiaban en Él y sus enseñanzas. Muchos de nosotros estaríamos dispuestos a decir: “entonces no hay que agregar nada, ellos ya son cristianos”. Sin embargo, el Señor les dice que ellos demostrarían que eran verdaderos discípulos, por medio de la perseverancia en la Palabra de Dios.

Esto es lo que los cristianos han conocido como la doctrina de la perseverancia de los santos. El teólogo Wayne Grudem la define de la siguiente forma: 
“La perseverancia de los santos quiere decir que todos los que verdaderamente han nacido de nuevo serán guardados por el poder de Dios y perseverarán como creyentes hasta el fin de sus vidas, y que solo los que perseveran hasta el fin han nacido de nuevo”.
Dios guarda a los que salva para que perseveren en la fe y no se hundan en el mar de confusión actual.

Conclusión
Si hemos nacido de nuevo, si hemos entendido de verdad lo glorioso del evangelio, si hemos visto realmente nuestra condición espiritual sin Cristo, anhelaremos estar unidos a Él permanentemente.
No descuides tu relación con Jesús, no descuides tu temor a Dios, no descuides tu tiempo con la Palabra de Dios. ¡Permanece en Él! Y no confíes en tus aptitudes porque cada día navegamos en aguas desconocidas.