sábado, 14 de marzo de 2020


LA ANSIEDAD, LA ESPERA Y EL CORONAVIRUS
Por Alasdair Groves / 11 de Marzo 2020
Puedes revisar el archivo original en:



Escribir sobre los eventos mientras están sucediendo es siempre un poco peligroso. Es fácil alentar reacciones exageradas y reforzar el pánico inútil en nuestros corazones. Dicho esto, el coronavirus COVID-19 nos da la oportunidad de pensar en cómo respondemos a la ansiedad. Específicamente, quiero pensar en cómo podemos manejar la tensión particular de la ansiedad que viene cuando estamos esperando una amenaza que se desliza hacia nosotros y vemos su “aleta visible” acercándose sobre la superficie. Afortunadamente, las Escrituras conocen íntimamente el miedo al peligro inminente y le hablan repetidamente.
Así que aprovechemos esta ocasión para refrescar nuestra memoria colectiva sobre cómo la Escritura navega este particular remolino dentro de la gran corriente de ansiedad. ¿Cuál es nuestro consuelo cuando una amenaza significativa se avecina, pero aún no ha llegado? Veamos una parte desconocida de un pasaje familiar del Antiguo Testamento para que nuestras mentes se muevan en la dirección correcta.

Esperando para sumergirse en la inundación
Después de salir de Egipto, el pueblo de Israel vagó por el desierto durante décadas. Cuando finalmente llegaron a la puerta de la tierra prometida, se enfrentaron a un último obstáculo para entrar: el río Jordán. Ya sabes cómo va la historia. Los sacerdotes llevan el arca al río y, una vez que sus pies se mojan, las aguas se separan y la gente camina por tierra seca. Dios repite la milagrosa provisión de liberación que sus padres habían experimentado una generación antes en el Mar Rojo.
Lo que podemos pasar por alto fácilmente es un pequeño detalle en los dos primeros versos del capítulo 3 de Josué, y es este:
Josué se levantó de mañana, y él y todos los hijos de Israel partieron de Sitim y vinieron hasta el Jordán, y reposaron allí antes de pasarlo. Y después de tres días, los oficiales recorrieron el campamento.                                                                      (Jos 3:1-2)

¿Qué se siente al sentarse en su tienda de campaña viendo pasar un río en fase de inundación (3:15)? ¿Qué se siente al ver a sus hijos jugar afuera, sabiendo que de alguna manera van a tener que cruzar este río congestionado, oscuro por el sedimento agitado por la inundación? ¿Qué se siente al mirar a sus ovejas, burros y las preciosas reliquias que trajo desde Egipto y que representan los ahorros de toda su vida, y preguntarse si podría perderlo todo? ¿Qué se siente al saber que Dios te llama a seguir adelante, que promete estar contigo, pero que todo lo que puedes ver en realidad es un río cuya profundidad no conoces, pero de cuyo poder fatal puedes estar seguro?
Es un paralelismo fácil de hacer para nosotros hoy, ¿no es así? Un virus se está filtrando a través del mundo y ha llegado a nuestras costas, y no sabemos lo traicionero que va a ser. Dios nos está llamando a seguir adelante en el amor al prójimo y el servicio a su reino, pero todo lo que podemos ver son superficies públicas potencialmente cubiertas de gérmenes y vecinos que pueden ser vectores ambulantes de enfermedades.

Debido a estos paralelismos entre entonces y ahora, es sorprendente reflexionar sobre lo que DIOS NO HIZO EN EL JORDÁN. Él podría haber recogido a su gente en un poderoso torbellino y depositarlos en el lado más alejado del río en el momento en que llegaron allí. Pudo haber dividido el Jordán para que estuviera esperando cuando llegaran, tal vez con la tierra seca y una dispersión de hierba y lirios en el centro del camino de la gente. Podría haberles pedido, pero no lo hizo, que simplemente cruzaran nadando y flotando, asegurándose de que todos llegarían a salvo y que cada oveja y cada aro de oro estuviese intacto. Estas habrían sido formas igualmente milagrosas e igualmente efectivas de llevar a sus hijos a su nuevo hogar.
En cambio, Dios eligió que su pueblo esperara y observara el diluvio, invitándolos a confiarle todo lo que significaría cruzar ese diluvio.


Esperando bien
Dios a menudo nos llama a esperar en presencia de nuestros enemigos, ¿no es así? A menudo viene en nuestra ayuda más tarde, y de diferentes maneras, de lo que nos gustaría. Lo que más nos gusta es escuchar las historias sobre rescates dramáticos e increíbles milagros de rescate de situaciones extremas. Pero lo que más nos gusta es experimentar historias en las que Dios provee de forma aburrida, segura y predecible, como cuentas bancarias llenas, buena salud, éxito en el ministerio de bajo riesgo con gran aceptación de la congregación, etc.
Dios sabe que necesitamos que se nos recuerde nuestra dependencia de Él una y otra vez mientras vivamos. Pocos recordatorios son más vívidos o viscerales que la espera por la inundación de los ríos. O pasar noches en la guarida de un león. O mirar por momentos de paro cardíaco para ver si Jerjes extendería su cetro. O esperar en el Huerto de Getsemaní mientras tu rabino derrama su alma y sudor en una angustiosa plegaria, sabiendo que hay hombres peligrosos que quieren arrestarlo a él y a ti. Dios sabe que estos recordatorios de nuestra dependencia son aterradores y nos ponen profundamente tensos (incluso cuando las cosas resultan bien al final). Por eso nos muestra que podemos confiar en él y esperar en él. Ha sido el ayudante de su pueblo una y otra vez a lo largo de los milenios, y nos ayudará ahora sin importar lo que venga.
Entonces, ¿cómo podemos esperar bien, específicamente frente a una pandemia mundial? Ciertamente no pretendiendo que todo estará bien. No sabemos si COVID-19 terminará siendo un inconveniente menor para nuestra cartera de acciones, o si terminaremos en una zona de cuarentena, o nos enfermaremos, o perderemos a un ser querido. Esperar bien ante nuestra ansiedad por un peligro inminente significa tomar en serio la realidad del peligro. Nuestro Dios toma nuestras vidas y nuestros sufrimientos muy en serio, y "no trae voluntariamente a nadie aflicción o dolor" porque se preocupa por nosotros y por las cosas que cuidamos (Lam 3:33). Y cuando nos llama a ir por las aguas profundas, se asegura de que no se desborden los ríos de la pena, porque "aunque traiga consigo la pena, mostrará compasión, tan grande es su amor inquebrantable" (Lam 3:32-33).
Concluiré con un último pensamiento sobre cómo tú y yo podemos esperar en las orillas de este río, aunque su caudal se esté incrementando:
Derrama tus ansiedades a tu Padre en el Cielo. ¡No te agites inútilmente dentro de tu propio corazón con preocupaciones sobre el cierre de escuelas, planes de viaje, crisis económicas, o las superficies potencialmente infectadas que has tocado! Cuando tengas miedo, acude a Él. Echa tus ansiedades sobre Él, porque Él se preocupa por ti. De hecho, deja que el lavado o frotamiento de las manos se convierta en un momento en el que conscientemente confíes en sus manos el futuro de todos los que te importan.
Pasar nuestro tiempo haciendo estrategias frenéticas sobre cómo cruzar el río inundado es tan instintivo, aunque también es tonto e innecesario. Así que lávate las manos, y haz lo que sea prudente acerca de trabajar desde casa, o llamar a tu médico. Pero no te permitas olvidar ni por un momento dónde está tu verdadera seguridad. Después de todo, no sabes lo que el mañana te traerá, pero sí conoces a aquel que reparte ríos furiosos... y que ya ha dividido el peor río por ti, ¡bloqueando su flujo con su cruz empapada de sangre! Ese último cruce lo encontrarás ya abierto y esperándote. Y en el otro lado de ese río no temerás y no esperarás más.

sábado, 9 de noviembre de 2019

COMO DIOS LIBERÓ DE LA OPRESIÓN A SU PUEBLO
Lecciones del libro de Éxodo acerca de la opresión, la violencia
y la respuesta cristiana frente a ellas



Chile despertó dicen algunos. En estas 3 últimas semanas hemos vivido un cambio social que nadie hubiese imaginado hace un año atrás.
Las personas que han vivido abusos han señalado que ya no lo tolerarán más y que se rebelarán contra estos. Pero aparte las manifestaciones multitudinarias, ha existido una gran violencia que no ha logrado ser controlada y que se manifiesta día a día.
Al mirar las páginas de las Escrituras en el libro de Éxodo podemos darnos cuenta de que no somos la única sociedad que ha atravesado un momento como este. ¿Qué lecciones podemos aprender de ella?


1.- Dios conoce la opresión de su pueblo.
Cuanto más los oprimían, más los israelitas se multiplicaban y se esparcían, y tanto más se alarmaban los egipcios. Por eso los egipcios los hacían trabajar sin compasión. Les amargaban la vida forzándolos a hacer mezcla, a fabricar ladrillos y a hacer todo el trabajo del campo. Además, eran crueles en todas sus exigencias.                                                                 (Éxo 1:12-14    NTV)

En estos versículos se utilizan las expresiones “oprimir”, “con dureza” y “dura servidumbre” en la versión Reina Valera 1960. De esta manera la Biblia registra la difícil situación que vivía el pueblo de Israel en Egipto. No era fácil lo que vivían pues estaban en una gran aflicción.
Por esto, podemos estar seguros de qué Dios conoce nuestra aflicción. Si hay personas que nos oprimen, si hay personas que nos hacen trabajar sin compasión, si nuestra vida está llena de amargura y otros tienen tratos crueles contra nosotros, ¡Dios lo sabe! Dios conoce cada adversidad que los hijos de Dios atravesamos en esta vida, no hay ninguna aflicción, ningún tormento, ninguna adversidad que sea desconocida para Dios.
Entonces ¿Cómo respondemos a un mundo lleno de injusticias?


2.- Moisés responde con violencia frente a la opresión de su pueblo
Muchos años después, cuando ya era adulto, Moisés salió a visitar a los de su propio pueblo, a los hebreos, y vio con cuánta dureza los obligaban a trabajar. Durante su visita, vio que un egipcio golpeaba a uno de sus compatriotas hebreos. Entonces Moisés miró a todos lados para asegurarse de que nadie lo observaba, y mató al egipcio y escondió el cuerpo en la arena. Al día siguiente, cuando Moisés salió de nuevo a visitar a los de su pueblo, vio a dos hebreos peleando. —¿Por qué le pegas a tu amigo? —le preguntó Moisés al que había empezado la pelea. El hombre le contestó: —¿Quién te nombró para ser nuestro príncipe y juez? ¿Vas a matarme como mataste ayer al egipcio? Entonces Moisés se asustó y pensó: «Todos saben lo que hice». Efectivamente, el faraón se enteró de lo que había ocurrido y trató de matar a Moisés; pero él huyó del faraón y se fue a vivir a la tierra de Madián. Cuando Moisés llegó a Madián, se sentó junto a un pozo.                          (Éxo 2:11-15)

Este pasaje nos narra a un Moisés que recién se está abriendo paso a la vida adulta. Este hombre al ver la injusticia se llenó de enojo, pero no de un enojo justo, sino de un enojo pecaminoso que lo llevó a responder a la opresión con violencia. Fue un homicida.
Este hombre vio cómo golpeaba un egipcio a un hebreo, a uno de sus hermanos y creyó que lo que mejor podía ser era quitarle la vida. Pero Moisés no contaba con que sería descubierto y de pronto se convirtió en un fugitivo de la ley. El que una vez fue criado en el mismo palacio de Egipto se transformó en un pastor de ovejas en una tierra semi estéril, su vida cambió completamente.
Por esto es importante que recordemos que hay maneras adecuadas e inadecuadas de responder frente a la opresión. El Moisés que se nos narra en el capítulo 2 no es el Moisés que Dios va a utilizar para liberar a su pueblo. Más adelante se nos describe un cambio radical en el carácter de este personaje:
Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra. 
(Núm 12:3)

Tendrán que pasar muchos años para que el corazón de este hombre sea transformado, tendrán que pasar muchas décadas para que la cosmovisión, la forma de ver la vida, la forma de entender quién es él y quiénes son los otros, pero por sobre todo, quien es Dios, sea radicalmente transformada. Y Dios se tomará todo el tiempo que sea necesario para cambiar a este hombre para que de esta manera sea útil en sus manos.
¿Cómo respondes tú frente a la opresión? ¿Como Moisés en Éxodo 2 o como en Números 12? ¿Has conocido a Dios a través de años en el desierto de Madián? Es por esto que el Nuevo Testamento nos recuerda:
Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.                                        (Stg 1:19-20)

¿Piensas que Chile se está volviendo más justo por lo que está aconteciendo en estas semanas? Cada saqueo, cada destrucción al bien público y privado, cada maldición arrojada sobre otro ser humano hecho a la imagen de Dios, Él lo conoce y lo juzgará, pues al pecar contra otros, levantan su mano contra Él. Él tiene un conocimiento más profundo que el que obtendríamos de 1000 celulares grabando con sus cámaras un evento particular. Él conoce las intenciones del corazón.
Si eres una persona airada, que devuelve mal por mal, entonces debes arrepentirte, pues no estás obrando en justicia, aunque la anheles, aunque clames por ella y la desees intensamente. Sólo te transformarás en un nuevo tirano que premia a los que son como él y castiga verbal (o físicamente) a los que disienten. Te transformarás en un “dios” con los pies de barros. Por esto, debes recordar que…


3.- Dios es el verdadero libertador de su pueblo
Con el paso de los años, el rey de Egipto murió; pero los israelitas seguían gimiendo bajo el peso de la esclavitud. Clamaron por ayuda, y su clamor subió hasta Dios, quien oyó sus gemidos y se acordó del pacto que había hecho con Abraham, Isaac y Jacob. Miró desde lo alto a los hijos de Israel y supo que ya había llegado el momento de actuar.                        (Éxo 2:23-25)

Debido a que la situación de Israel no cambió, el pueblo empezó a orar a Dios. Muchas veces Dios permite que las injusticias, las opresiones y las adversidades persistentes en nuestra vida para que nuestro corazón se vuelva a Él.
Al ver la maldad alrededor nuestro, nos damos cuenta de que no podemos explicar la vida y la experiencia humana mediante simples y frías leyes de la naturaleza. Somos más que eso y el mal nos confronta con esa realidad. Nos confronta porque nosotros respondemos igual que los demás.
Pero este pueblo clamó a Dios por ayuda y este clamor subió hasta Dios. Es maravilloso saber que las oraciones de los afligidos son oídas por Dios. Este es el mensaje de consuelo que se nos da a través de toda la Escritura.

Mis huidas tú has contado;
Pon mis lágrimas en tu redoma;
¿No están ellas en tu libro? 
(Sal 56:8)

Gritaban a gran voz: «¿Hasta cuándo, Soberano Señor, santo y veraz, seguirás sin juzgar a los habitantes de la tierra y sin vengar nuestra muerte?»                                                      (Apo 6:10)

El verdadero Libertador de Israel fue Dios, no Moisés. Este hombre fue un mero instrumento en las manos de Dios, pero debió ser cambiado previamente. Él no fue con prepotencia delante de Faraón, no fue alentando una revolución, una revuelta o una sedición.
Él se presentó con una clara conciencia de su debilidad pero una firme confianza en Dios. Y fue este Dios poderoso que actuó en respuesta a las oraciones de sus hijos. Intervino con 10 plagas, 10 milagros, para liberar a su pueblo.
Muchas veces los cristianos subestimamos el poder de la oración, preferimos actuar con nuestra propia justicia antes qué orar y pedirle al Dios Soberano que intervenga en nuestra causa. ¿Realmente creemos en la oración? Si quieres traer verdaderamente justicia a este mundo, debes orar intensamente.
Dios quiere que tú seas un hombre de oración y que todo el mal que hay alrededor nuestro lo lleves delante de su Trono. Que confíes en que él abrirá puertas, no de acuerdo con las fuerzas humanas de las acciones política terrenales, sino sobrenaturalmente.
La Biblia describe un momento en la historia en la cual los creyentes en Cristo disfrutarán de una plena justicia, y esto será en el regreso glorioso de nuestro Salvador Jesucristo el único Juez Justo (salmo 7:11; 2 Timoteo 4:8), el único Príncipe de paz (Isaías 9:6).

Tú, que eres el Juez de toda la tierra, ¿no harás justicia?
(Gén 18:25)



viernes, 1 de noviembre de 2019

Lo que Dios piensa de nuestra sociedad


LO QUE DIOS PIENSA DE NUESTRA SOCIEDAD

Nuestro país está atravesando una crisis que a todos nos ha sorprendido. Las conversaciones más comunes durante los últimos 15 día han girado respecto a los problemas que estamos atravesando. Todos opinamos, todos somos analistas políticos, todos tenemos algo que decir. Pero una pregunta importante es ¿Qué piensa Dios de nuestra sociedad?
Un pequeño libro profético del Antiguo Testamento nos puede ser de mucha ayuda. Habacuc estaba viviendo la fe en medio del sufrimiento y la adversidad. Este libro nos muestra a un hombre que vivía en un pueblo judío que “de labios honraban a Dios, pero sus corazones estaban muy lejos de Él” (Mar 7:6).
En el comienzo de este libro, Habacuc dice: “La ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia”. (1: 4) ¿Acaso esto no describe bastante bien nuestra sociedad moderna? Analicemos lo que piensa Dios de nuestra sociedad moderna:


1.- Dios condena el materialismo (Hab. 2:6-8)
¡Ay del que multiplicó lo que no era suyo! ¿Hasta cuándo había de acumular sobre sí prenda tras prenda?

¿Es que acaso querer multiplicar lo que poseemos es malo? No, la Biblia dice que el mandato de Dios para Adán y Eva fue: “Fructificad y multiplicaos” (Gn 1:22)
Pero en este pasaje se nos habla acerca de tener como meta el dinero. La palabra acumular se puede traducir como amontonar, ampliar, aumentar, colmar, crecer, dar demasiado, dominar, engrandecer.
¿Cuál es la relación que tengo con el dinero? Tú puedes tener tus propias cosas, pero debes cuidar tu corazón de que esas cosas no determinen tu felicidad, y muchos menos, que se transformen en tu prioridad. No fuiste creado para las cosas, fuiste creado para estar en una estrecha comunión con Dios.


2.- Dios condena las ganancias injustas (Hab. 2:9-11)
¡Ay del que codicia injusta ganancia para su casa, para poner en alto su nido, para escaparse del poder del mal! (vs. 9)

Los babilonios sólo pensaron en engrandecer el imperio. Habían hecho una alianza con otra gran potencia mundial de ese tiempo: Media. Entre ambas destruyeron a otra nación: Nínive (612 a.C.). Ellos usaron su poder militar para subyugar a un enemigo.
Pero en el cristianismo “El fin no justifica los medios”. No puedo surgir económicamente si eso implica hacer un daño a otras personas.
Es bueno que nosotros queramos mejorar nuestra situación, pero eso NO debe ser la prioridad en nuestra vida ¿A qué costo? ¿Estás dispuestos a robar? ¿a saquear? ¿Estás dispuesto a meterte en negocios ilícitos? Cada persona que tiene en casa una pertenencia por la cual no pagó es culpable de “ganancia injusta” delante de Dios.

3.- Dios condena la violencia (12-13)
¡Ay del que edifica la ciudad con sangre, y del que funda una ciudad con iniquidad!   (vs. 12)

Dios no es indiferente ni condescendiente con los asesinatos y crímenes. El derramamiento de sangre, el pasar a llevar a otros para establecer nuestros propios deseos, no sólo es parte de la historia de la Biblia, es también de nuestra nación y sigue siendo una realidad en el siglo XXI.
Y a pesar de que ahora impera el mal, un día Dios lo cambiará. Dios está en control de todo. Nada se ha salido de sus manos.


Conclusión
¿Qué piensa Dios de nuestra sociedad? En cada uno de esto versículos aparecen la expresión “Ay”. El uso de ella nos muestra que el pecado, en todas sus manifestaciones, no glorifica a Dios. Toda injusticia humana, quienquiera que la cometa, es conocida por Dios, registrada por Dios y un día será ajusticiada por Dios (Ap. 20:12).
Por eso, ¿Cómo respondemos los cristianos en una sociedad injusta? La respuesta que Dios le da al profeta es uno de los versos más conocidos en el Nuevo Testamento:
He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá. (Hab 2:4)

De esto podemos decir dos cosas:
1)    Dios no quiere que los creyentes respondan como lo hacen los incrédulos. ¿Notaste el contraste? “He aquí que aquel cuya alma no es recta… pero el justo ¡No podemos hacer lo mismo que los demás!
2)    Dios quiere que vivas colocando toda tu confianza en Él. Siglos más tarde Pablo tomará este versículo para explicar que el cristiano es salvo solamente por la fe puesta en Jesucristo, sin ningún mérito. Pero en este pasaje Dios nos dice: “Vive (actúa, habla y piensa) poniendo tu fe en mí”. ¿Está tu fe puesta en este sistema, en este gobierno, en un posible gobierno futuro o está puesta en el único Dios inmanente y trascendente?

Por este motivo vino el Señor Jesucristo a la tierra, para que a pesar de vivir en una sociedad injusta como Babilonia o Chile, tengamos una mirada que trasciende la contingencia y se eleva para ver todo el bosque y no meros árboles. Él murió por cada acto violento que has tenido con otros, por cada robo que has cometido y por cada abuso de poder, para que ahora vivas de una manera diferente.

Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.      (Heb 12:1-2)


domingo, 27 de mayo de 2018


LA PARTIDA DE KATY WINTER: UNA REFLEXIÓN CRISTIANA
P. Manuel Rivas



Durante esta semana nuestro país ha estado profundamente conmovido por el caso de una jovencita, Katy Winter[1], quien decidió quitarse la vida.
Toda partida humana es traumática, sin embargo, la muerte de una joven, lo es mucho más y esto nos remece. Por eso es que cuando nos enfrentamos a situaciones como éstas nos lleva a preguntas que no son de fácil respuesta, pero que no podemos evitar hacérnoslas. Quedamos perplejos y nos conmueve profundamente. ¿Qué sucedió por la mente de esta joven llena de vida que optó por salir de esta existencia?
Como pastor evangélico (y profesor), no es intención, ni mi área de conocimiento, tratar de ahondar en el perfil psicológico que llevó a Katy a una decisión dramática. Pero si creo que, a través de esta situación traumática, podemos reflexionar acerca de nuestra sociedad actual, de la vida humana y las cosas que realmente importan. Y estoy convencido que es sólo a través del Evangelio de Jesucristo que podemos tener respuestas coherentes a esta tragedia humana.


1.- El ser humano es valioso
En primer lugar, creo que todos nos damos cuenta de que esta es una pérdida inmensa. Una vida humana en su pleno potencial fue extinguida, con todos los sueños, metas y proyectos que podrían haberse desarrollado.
Todo creemos que Katy era valiosa. Y mucho más valiosa que los 20 billones de células que la componían, o los cerca de 40 kg de oxígeno y 16 kg de carbono (más otros elementos) en su cuerpo[2]. No, no se trata de eso, se trata de que hay un valor en la persona humana que no puede ser explicado por la materia que la compone.
Esto es tan evidente, que el mismo ex jugador de Tenis, Marcelo Ríos, un ateo confeso, ha mostrado en redes sociales su tristeza por lo sucedido[3]. Pero es en este punto donde la visión materialista guarda silencio y no puede aportarnos nada.
¿Por qué creemos que la vida de Katy era valiosa? ¿Por qué pensamos que cada uno de nosotros es valioso y debemos respetarnos? No podemos explicar el valor de la vida de Katy, ni la nuestra, ni la de los seres humanos que amamos, si no somos más que un grupo de células unidas por la casualidad. Es increíble pensar que incluso la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas no explica de dónde provienen estos derechos, sino que solo se limita a enumerarlos[4]. Necesitamos un sistema de referencia distinto, algo que realmente le de sustento a esa idea del valor de la vida humana.
Y es esto precisamente lo que hace el Evangelio. Nos dice que tu y yo somos valiosos, que cada ser humano es valioso, porque somos mucho más que 60 o 70 kg de elementos químicos o de células interconectadas. Somos valiosos porque hemos sido creados por alguien de infinito valor: Dios.
Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó[5].


2.- El ser humano está corrompido
Pero existe otra lección importante, aunque desagradable, que podemos aprender: Los seres humanos tenemos el potencial de hacer mucho bien y tristemente también podemos ser la causa de mucho mal.
No se saben todos los detalles del caso de Katy, pero nos es increíble pensar que sus pares colocaron gran presión sobre ella, lo que le llevó a la triste decisión de quitarse la vida. Sus padres han confirmado que sus compañeros realizaban bullying.
Si realmente los seres humanos estamos obligados a seguir nuestro instinto, el mal de las personas contra las personas no debiese sorprendernos. Debiésemos simplemente decir: “¡Estamos haciendo lo que nuestros impulsos nos dicen!”. Pero dentro de cada uno de nosotros se levanta la convicción de que esto no es lo correcto, que no es así como debiese ser.
¡Cuán grande mal puede hacer el ser humano! Y este mal, del cual somos testigos lejanos en este caso particular, nos lleva a pensar cómo se podría haber evitado: “Quizás el mejorar los planes de sana convivencia escolar” o “tal vez ser más severos con aquellos que maltratan sicológicamente a los demás”, etc.
Creo que todo esto es necesario, pero si somos realistas, si realmente vemos la vida como es, nos daremos cuenta de que es insuficiente. Y esto se debe a que cuando tratamos el mal que los seres humanos hacemos, muchas veces pareciera que solo estamos rozando su superficie y no llegando a la verdadera causa de todo esto.
¿Por qué las personas podemos ser causante de tanto mal a otros? O para tocar otro tema actual, ¿por qué los hombres podemos tener conductas abusivas hacia las mujeres?
Las relaciones humanas dañadas no pueden ser corregidas simplemente con una ley. Nos podemos indignar, y ¡creo que nos debemos indignar ante el mal! Sin embargo, déjeme decirlo claramente, ninguna clase de legislación nos brindará el antídoto pleno para el mal humano contra el ser humano.
Es en este punto donde vemos nuevamente que Jesucristo confronta el mal humano hasta su misma raíz y no sólo la superficie. Él dijo:
Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios y las calumnias. Éstas son las cosas que contaminan a la persona[6].

El corazón, en la forma de pensar hebrea, hace referencia a lo que nos define como seres humanos. No es algo periférico, sino es nuestra misma esencia como personas. Por lo cual, lo que Jesús está afirmando, es que nuestra misma esencia está contaminada; y es desde ahí, donde todo el mal humano que vemos a nuestro alrededor brota.
Esto me hace recordar el título de un buen libro cristiano de antropología: “El hombre, su grandeza y su miseria”[7]. La grandeza y el valor humano se deben a que hemos sido creados por un ser de valor infinito: Dios; pero esa imagen valiosa que portamos ha sido profundamente dañada por nuestro deseo de soltarnos de su mano y enfrentar la vida solos.


Conclusión
Fue el filósofo e historiador estadounidense, Emil Durant quien dijo:
“El mayor interrogante de nuestros tiempos no será ‘oriente versus occidente’, o ‘norte versus sur’, o ‘comunismo versus capitalismo’. El mayor interrogante de nuestra era será: ‘¿Puede el hombre vivir sin Dios?’[8]

Creo que este es el drama de nuestra sociedad actual: Nos indigna el mal y lamentamos la partida de Katy, pero debemos reconocer que no tenemos respuesta ni para lo uno ni para lo otro, pues nos hemos distanciado de Dios, nuestro punto de referencia.
Soy padre de dos adolescentes y jamás me gustaría vivir una situación como la que están atravesando los padres de Katy. Espero que Dios les brinde consuelo al conocer el Evangelio de Jesucristo, pues sólo Él nos ayuda a comprender el porqué cada vida humana vale la pena y el porqué el mal humano no debe ser tolerado.
Pero no sólo esto, Dios no sólo nos ayuda a comprender mejor, sino que nos transforma. Para esto vino Jesús, a mostrar el gran problema humano, y a solucionarlo. El murió a causa del mal que otros seres humanos le hicieron, pero resucitó para dar una esperanza viva a todo aquel que confía en Él y vive por Él.


miércoles, 6 de diciembre de 2017

CINCO ACTITUDES INCORRECTAS DEL CRISTIANO FRENTE A LA POLITICA


Chile está ad portas de la segunda vuelta de sus elecciones presidenciales. Y nuestros compatriotas, de distintos sectores políticos, están haciendo análisis de los resultados de la primera y cómo afectarán a nuestro país.
Los cristianos, inmersos también en esta sociedad, por lo cual es lícito que nos preguntemos ¿Cómo debemos los cristianos mirar la vida política? Muchos creyentes manifiestan públicamente sus preferencias en las redes sociales y gastan mucho de su tiempo en promover y difundir sus ideas particulares. Por contrapartida, otros creyentes hacen hincapié en lo mundano de la actividad política y prefieren aislarse de todo ello.
Pero cualquiera que sea la visión que tengamos de esta área humana, debemos tratar de reflexionar acerca de ella, no desde nuestra sociedad ni de nuestra visión política, sino primariamente desde la Biblia. Ella es nuestra carta de navegación y nuestro punto de partida para abordar cualquier área humana. Por este motivo, creo que puede ser de ayuda algunos comentarios que se encuentran en el libro “Política de acuerdo a la Biblia” del teólogo Wayne Grudem[1], y del resumen del mismo autor llamado “¿Por qué los cristianos debiésemos influir al gobierno para el bien?”[2].
Debido a que este material sólo se encuentra en inglés, aquí presento una adaptación personal y comentarios de lo dicho por este auto respecto a cinco actitudes incorrectas del cristiano frente a la política. No es una traducción de su material, pero si una meditación de lo que presenta.

1.- Teocracia: Debemos instaurar el reino de Dios.
A través de la historia de la iglesia se ha caído en el error de pensar que la iglesia puede y debe instaurar el reino de Dios en este mundo. La historia está llena de lecciones que nos hablan de los males que se han originado cuando se ha pensado que podemos imponer una visión cristiana a nuestro mundo.
Pero la iglesia no es lo mismo que el reino de Dios ni somos el actual pueblo de Israel. Si así fuese, deberíamos buscar hacer un gobierno cristiano mundial. A modo de ejemplo, pensemos en lo que sucedió en el siglo IV, cuando el cristianismo pasó a ser la religión oficial del Imperio Romano. El corazón de muchos que adoptaron la religión oficial no cambió, sólo se adaptó a las nuevas circunstancias.
Por esto es que el Señor Jesús quiso mostrar la diferencia de esferas que existe en el reino de Dios y el gobierno humano:
Y les dijo: Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.
(Mateo 22:21)
¿Qué debemos darle a César? El pago de los tributos y los impuestos. ¿Qué debemos darle a Dios? El reinado absoluto en nuestras vidas. Debemos hacer ambas cosas, pero no debemos confundir ambas cosas. Este principio es importantísimo. Como creyentes tenemos la responsabilidad de cumplir nuestros deberes en la sociedad en la cual nos encontramos, sin embargo, nuestra principal fidelidad es hacia el Dios que nos salvó.
El reino de Dios no es lo mismo que los gobiernos humanos, de manera que ninguna actividad política en la cual nos involucremos, traerá completa y plena paz a la raza humana.

2.- Exclusión absoluta de la religión: Debemos callar la fe.
Esto no es algo que los cristianos creamos, sin embargo, es algo que los incrédulos quieren que hagamos. Nos dicen: “Si quieres opinar de política, no metas a Dios ni tu fe”. Pero esto es algo que no podemos ni debemos hacer.
Daniel tuvo la oportunidad de estar delante del gran rey Nabucodonosor y le explicó acerca de la injusticia social: Por lo tanto, yo le ruego a Su Majestad aceptar el consejo que le voy a dar: Renuncie usted a sus pecados y actúe con justicia; renuncie a su maldad y sea bondadoso con los oprimidos. Tal vez entonces su prosperidad vuelva a ser la de antes. (Daniel 4:27 NVI).
Wayne Grudem muestra como esta afirmación de Daniel está en contraposición con lo que el mundo actual quiere que hagamos como cristianos. Observemos lo que Daniel no dijo:
"Oh, rey Nabucodonosor, soy un profeta judío, pero no me atrevería a imponer mis normas morales judías en tu reino babilónico. ¡Pregunta a tus astrónomos y tus adivinos! Ellos te guiarán en tus propias tradiciones. ¡Entonces sigue tu propio corazón! No sería mi lugar para hablarte sobre lo correcto y lo incorrecto".[3]
Muchos cristianos guardan silencio, para no desagradar a los no creyentes, pero esto no es lo que el Señor quiere para nosotros. En el Nuevo Testamento, Juan el Bautista no temió confrontar a Herodes con su vida inmoral. Valientemente le dijo respecto a la mujer con la cual vivía: “No te es lícito tenerla.” (Mateo 14:4).
Un tercer ejemplo lo tenemos en Pablo, quien hablando con el gobernador Félix, le explicó acerca del concepto bíblico de la justicia y también le advirtió acerca del juicio venidero que todos deben enfrentar: Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó, y dijo: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré. (Hechos 24:25)
Ninguno de ellos calló frente a la autoridad, sino más bien manifestaron las acciones injustas. Por lo cual, no podemos callar frente a la realidad social que nos rodea. No podemos simplemente guardar silencio. Debemos decir lo que Dios dice acerca de nuestra sociedad.

3.- Todos los gobiernos son demoniacos: Debemos separarnos completamente de cualquier participación.
Esta tercera manera de pensar está muy arraigada en muchos cristianos. Debido a la corrupción generalizada de nuestro mundo actual, muchos creyentes llegan a la conclusión de que no debemos hacer absolutamente nada. Para ello citan las palabras del diablo en la tentación del Señor Jesucristo:
Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos
(Lucas 4:5-7)
Esto es lo que afirman los Testigos de Jehová, pues señalan que el dueño de este mundo es el mismo diablo. Pero ¿es esto cierto? Es verdad que tanto el libro de Daniel como el de Apocalipsis nos presenta un mundo caído que está bajo control de las fuerzas espirituales de maldad, sin embargo, ¿significa que el enemigo tiene un poder ilimitado y sin ninguna clase de restricción en nuestro mundo actual? Dicho de otra forma ¿acaso Dios cedió su derecho de dominio del mundo y todo lo que aquí sucede al diablo?
En el libro de Daniel se nos señala que es importante que los gobernantes deben recordar siempre el control que tiene Dios.
Conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres.” (Daniel 4:17b)
El mundo actual está bajo el maligno (1 Jn 5:19) y él es el príncipe de la potestad del aire (Efesios 2:2). Pero ¿esto significa que su poder es incontrarrestable? ¡No! Una cosa es que el diablo haya afirmado en la tentación del Señor que los reinos del mundo le pertenecen, y otra muy distinta es que esto sea verdad, porque él es mentiroso y padre de toda mentita (Juan 8:44).
Dios sigue siendo soberano, y nada en este mundo pasa sin que Él mantenga su dominio eterno, por lo cual, podemos y debemos influir con la Palabra de Dios en nuestro mundo caído.
De manera que no podemos argumentar una separación completa de lo asuntos del gobierno terreno argumentando en base al gobernando de este tiempo.

4.- Hagamos evangelismo y no política: Debemos separarnos completamente de cualquier participación.
Una idea no tan extrema, pero que también aboga por la separación de los cristianos respecto al mundo, es aquella que señala que la única influencia permitida y que debe ser priorizada ante nuestro mundo es el Evangelismo.
Es verdad que un creyente debe colocar como prioridad el evangelismo, pues sabemos que el mandato que el Señor le dio a la Iglesia es predicar el Evangelio. Sin embargo, el predicar este Evangelio implica dar a conocer todo el consejo de Dios.
Al respecto, Wayne Grudem señala:
"El Evangelio" en el Nuevo Testamento no es solo "confíe en Jesús y sea perdonado de sus pecados y crezca en santidad e ir al cielo" (aunque eso es ciertamente cierto, y ese es el corazón del Evangelio y su mensaje fundamental). No, el Evangelio es la buena noticia de Dios sobre toda la vida[4].
Esto es lo que el Señor afirmó en la gran comisión:
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;  enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
(Mateo 28:19, 20)

La frase “todas las cosas” implica que todas las lecciones que hizo el Señor, deben ser enseñadas. Por lo cual, si nada debe ni puede quedar fuera, esto incluye nuestra vida en el país en el cual vivimos, como nos desenvolvemos de lunes a viernes en el trabajo. La vida pública debe ser transformada por la Palabra de Dios.


5.- Hagamos política y no evangelismo: Debemos ayudar a cambiar la sociedad.
Para concluir, una idea que ha sido absorbida por sectores católicos y evangélicos liberales, es creer que la única forma de influir en nuestro mundo es a través de la política.
Debido a la secularización de nuestra sociedad, se piensa que ya no tiene mucho sentido hablar de “salvación”, perdón de pecados”, “vida eterna” y otros conceptos bíblicos.
Al respecto, Grudem comenta:
El énfasis principal del movimiento del Evangelio Social a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, fuero sus campañas para lograr que la iglesia trabaje agresivamente para superar la pobreza, los barrios marginales, el crimen, la discriminación racial y otros males sociales. Estas fueron buenas causas en sí mismas, pero este movimiento puso poco énfasis en la necesidad de que las personas depositen su confianza personal en Cristo como Salvador o la necesidad de proclamar toda la Biblia como la Palabra de Dios y digna de nuestra creencia[5].

Las prioridades de la agenda de la iglesia cristiana no pueden basarse en el diagnóstico que nuestro mundo hace de los problemas de la humanidad, sino que deben surgir del diagnóstico bíblico del problema humano, y ese problema comienza en el corazón.
Hay injusticia social, hay pobreza y hay discriminación; la iglesia no puede cerrar sus ojos a esto. Sin embargo, si creemos en Cristo y creemos en lo que Él nos dijo, sabremos que el alivio a estos problemas nunca será pleno si sólo nos enfocamos en estos problemas. Debemos ir a la raíz del mal.
Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios y las calumnias. Éstas son las cosas que contaminan a la persona, y no el comer sin lavarse las manos.  (Mateo 15:19, 20)


El cristiano es ciudadano del cielo, sin embargo, vivimos aún en la tierra y podemos y debemos proclamar todo el bien que Cristo puede traer a nuestro mundo. No caigamos en visiones simplistas de nuestra relación con la política.





[3] Grudem, Wayne A. Politics - According to the Bible: A Comprehensive Resource for Understanding Modern Political Issues in Light of Scripture (p. 58). Zondervan. Edición de Kindle.
[4] Grudem, Wayne A. Op Cit.
[5] Grudem, Wayne A. Op Cit.