lunes, 12 de septiembre de 2016

¿CÓMO PROBAR LOS ESPÍRITUS?
(Adaptado de los capítulos 3 y 4 de Fuego Extraño)



Una de las dificultades con la doctrina del Espíritu Santo es que ha llevado a abusos por muchos creyentes. El pastor John Macarthur nos advierte acerca del evangelio de la prosperidad y del uso equivocado de la doctrina del Espíritu de Dios para permitir distintos tipos de abusos. ¡No debemos aceptar cualquier cosa que se diga en nombre de Dios!
Fue el pastor Jonathan Edwards quien trató de establecer algunos criterios para poder discriminar entre la verdadera obra del Espíritu Santo de aquella que no lo es. Este hombre de Dios vivió en el período conocido como el Gran Despertar, en el cual hubo un gran y genuino avivamiento en los Estados Unidos, que significó que muchas personas conocieran a Jesucristo. Edwards postuló cinco preguntas para analizar cualquier obra religiosa. Analicemos estos cinco criterios.

Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo.
En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo.                                                                                    (1 Juan 4:1-3)


PRIMER CRITERIO: ¿EXALTA AL VERDADERO CRISTO?
Cuando Jonathan Edwards estudió la primera carta de Juan, identificó la verdad inicial de 1 Juan 4.2–3, a saber, que una verdadera obra del Espíritu Santo exalta al verdadero Cristo. A diferencia de los falsos profetas, los que están verdaderamente llenos del poder del Espíritu Santo le dan el énfasis principal a la persona y la obra del Señor Jesucristo. Por lo tanto, una verdadera obra del Espíritu se enfoca en el Salvador, señalando hacia él de una manera precisa, preeminente y que lo exalta. Los falsos maestros, por el contrario, disminuyen y distorsionan la verdad acerca de Cristo.
A partir de este pasaje, Jonathan Edwards expresó el principio más amplio, es decir, que una verdadera obra del Espíritu guía siempre y necesariamente a las personas a la verdad sobre el Señor Jesucristo. Comentando estos versículos, Edwards escribió: «Cuando es el Espíritu quien está obrando en el pueblo, se observa de una manera tal que se eleva entre las personas la estima de ese Jesús que nació de la virgen y fue crucificado fuera de las puertas de Jerusalén; y parece confirmarse y establecerse aún más en sus mentes la verdad que el evangelio declara acerca de que él es el Hijo de Dios y el Salvador de los hombres. Esta es una señal segura de que ese espíritu es el Espíritu de Dios»
Cuando un predicador se exalta a si mismo colocándose como una autoridad espiritual por sobre el promedio de los cristianos o exalta su experiencia y vivencias como la base de su autoridad, debemos estar alertas pues esto es una señal que no es una experiencia espiritual que proviene de Dios.

SEGUNDO CRITERIO: ¿SE OPONE A LO MUNDANO?
Hay una directa relación entre la obra del Espíritu Santo y la manera en la cual el cristiano vive.  El apóstol Pablo divide a todas las personas en dos categorías fundamentales:
(1) los que andan conforme a la carne y
(2) los que andan según el Espíritu.

Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. (Romanos 8:5)

Pablo deja absolutamente claro que aquellos en los cuales el Espíritu Santo ha obrado, van a querer dejar aquellas prácticas y manera de vivir que va en contra de la voluntad de Dios.
Lamentablemente podemos conocer acerca de iglesias en las cuales se habla del Espíritu Santo, pero no se ve un cambio en la vida de aquellos que asisten. ¿Cuántas iglesias tienen un claro compromiso con la santificación de sus miembros? El lenguaje de muchos que se denominan cristianos es grosero y vulgar, su carácter es iracundo y las formas que buscan para divertirse en nada se diferencian de aquellos que no conocen a Cristo. Por otra parte, muchos líderes que hablan del Espíritu enfatizan una forma de vivir opulenta en la cual el dinero parece ser un de las más grandes preocupaciones. Pero al revisar la Palabra de Dios, podemos observar un claro llamado a la santidad. Ser un cristiano que vive en el Espíritu es ser un cristiano que vive luchando contra el pecado y el mundo.
Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.
Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. (Gálatas 5:16, 17)

TERCER CRITERIO: ¿LLEVA A LAS PERSONAS A LAS ESCRITURAS?
Jonathan Edwards explicó: «Ese espíritu que opera de una manera tal que provoca en los hombres una más profunda consideración de las Sagradas Escrituras, y los establece más en su verdad y deidad, es sin duda el Espíritu de Dios»[1]. Como vimos en la primera lección, existe una relación estrecha entre la Palabra de Dios y el Espíritu de Dios.
Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.
Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.
El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.
Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.
(Juan 16:12 – 15)

CUARTO CRITERIO: ¿EXALTA LA VERDAD?
 
En 1 Juan 4.6, el apóstol escribió simplemente: «Conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error». El Espíritu Santo, que se define por la verdad, ofrece un marcado contraste con los falsos espíritus del engaño que se caracterizan por el error y la falsedad.
Cuando un movimiento espiritual es conocido por defender la sana teología, denunciar las falsas enseñanzas y detestar la unidad superficial, estos son indicios de que se trata de una obra genuina del Espíritu Santo. Por el contrario, los creyentes deben tener cuidado de cualquier sistema religioso que hace caso omiso de la sana doctrina, propaga la mentira o felizmente respalda el compromiso ecuménico.

QUINTO CRITERIO: ¿PRODUCE AMOR HACIA DIOS Y A LOS DEMÁS?
Jonathan Edwards expresó una quinta y última prueba con el fin de evaluar cualquier movimiento espiritual: una verdadera obra del Espíritu hace que las personas amen más a Dios y a los demás. Edwards señaló este principio de 1 Juan 4.7–8, donde el apóstol Juan escribió:
«Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor».                                                                                                     (1 Juan 4:7)

Un fruto principal del Espíritu es el amor (Gálatas 5.21), y donde existe el verdadero amor, hay evidencia de la obra genuina del Espíritu. Una verdadera obra del Espíritu produce un amor a Dios que se expresa en fidelidad a sus mandatos y a aquellos que son del pueblo de Dios. Pero cuando hay partidismos, disensiones y orgullo, no podemos atribuir nuestra actitud al obrar del Espíritu Santo.

Si aplicamos estos criterios que nos ha dejado este hermano, nos podremos dar cuenta de muchos movimientos que tratan de buscar su base en la obra del Espíritu de Dios, pero que no pasan estas cinco pruebas. Pidámosle al Señor discernimiento para distinguir la verdad del error.



[1] John Macarthur, Fuego extraño, p. 75.
LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO
EN EL MINISTERIO DEL SEÑOR JESÚS
(Adaptado del libro de James Dunn, Jesús y el Espíritu de Dios)




Es necesario meditar en nuestra necesidad del Espíritu Santo y revisar en la Palabra la relación de los primeros cristianos con el Espíritu Santo. Esto debido a que la fe cristiana no se trata simplemente de nuestra fidelidad a una serie de creencias fundamentales del cristianismo, sino la actividad de Dios en nuestra propia vida.
Pero incluso antes de esto, debemos abordar el siguiente tema ¿Cómo afectó el Espíritu Santo el ministerio del Señor Jesucristo? Sabemos que ninguno de nosotros es como el Señor Jesucristo, pues él es Dios hecho hombre. Pero sabemos que también era un ser humano, y en dicha condición mostró un grado de dependencia que nosotros también necesitamos.
Él estaba convencido que conocía a Dios de un modo tan profundo, que nunca nadie antes lo había conocido; y que su propósito era comunicar ese conocimiento de Dios a los seres humanos. Esta relación con Dios, se hace evidente cuando la relación del Señor Jesucristo con Dios el Padre y con el Espíritu Santo:


1.-  La relación de Jesús con Dios el Padre
La relación que tenía Jesús con el Padre tenía semejanzas con la de sus contemporáneos, pero también diferencias significativas.


A)   Su vida de oración.
Jesús se relacionaba con su Padre por medio de la oración. El Señor Jesús dijo:
Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones. (Marcos 11:17)

Esto no sólo lo vemos en momentos en los cuales todo salía bien en su ministerio, sino precisamente en tiempos difíciles y de aflicción:
Yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que si fuese posible, pasase de él aquella hora.                                                                                                (Marcos 14:35)


B)   Su intimidad con el Padre.
Cuando analizamos las oraciones de Jesús, nos damos cuenta que ora al Dios de los hebreos, pero de una manera diferente a como lo hacían sus compatriotas. En el primer siglo los judíos oraban a Dios y se dirigían a él como “el Altísimo” o “el Misericordioso”. Por otra parte, Jesús usaba dos palabras que eran poco frecuentes en dicho tiempo:

…decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti.                     (Marcos 14:36)

Los cristianos estaban convencidos que tenían con Dios una relación familiar, pero esto se debía a que era el mismo Señor Jesucristo que en oración utilizaba un lenguaje de intimidad. Dice Dunn “La palabra “Abba” se usaba normalmente durante la época de Jesús como una palabra familiar, una palabra que los niños, incluyendo los más pequeñines, utilizaban para dirigirse a sus padres. Así pues, es un tratamiento de cortesía y respeto; pero era, mucho más, la expresión de intimidad y confianza cariñosas”[1].
Esto nos muestra que la relación que el Señor Jesús tenía con Dios el Padre no se basaba meramente en su comprensión “racional” de los textos bíblicos del Antiguo Testamento. Para Él, el ser el Hijo de Dios era una convicción existencial, una intimidad con Dios y una dependencia de Dios. Jesús tenía una relación personal con el Padre.
Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre;
y nadie conoce al Hijo, sino el Padre,
ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo,
y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.                                                (Mateo 11:27)



2.-  La relación de Jesús con Dios el Espíritu Santo
Pero la relación de Jesús con el Padre no sólo era una de intimidad familiar, sino también una relación de alguien que ha recibido autoridad y poder para actuar en representación de quien le envía. ¿Cómo se manifestaba el poder de Dios en la vida del Señor Jesucristo? Por la obra del Espíritu de Dios.


A)   La expulsión de demonios.
Sabemos que en muchos de los relatos de los Evangelios se nos narra el poder que el Señor Jesús tenía para expulsar demonios. Y solo es posible explicar esto por medio de la relación con el Espíritu Santo. Así lo entendía el Señor:
Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.                                                                                                          (Mateo 12:28)

De la misma manera como se había manifestado el poder de Dios para la salida del pueblo de Israel desde Egipto, Jesús señala que Dios está sujetando a él los poderes del mal, como un anticipo de lo que ocurriría al final de los tiempos.



B)   Su unción en el Espíritu Santo.
Isaías el profeta había señalado algunas características que tendría el Mesías, el Ungido de Dios.
El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados;  a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya. 
(Isaías 61:1-3)

El Señor Jesucristo, en la sinagoga de Nazaret, tomó este pasaje y se lo aplicó a sí mismo.

Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. 4:17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí…
 (Lucas 4:18)




Conclusión:
De lo anterior podemos concluir que Jesús sabía que era enviado de Dios, y que había sido revestido de poder por el Espíritu de Dios que reposaba en él. Dicho de otra forma, el ministerio del Señor Jesús no se realizó en dependencia exclusiva de su capacidad, sino en sujeción al Padre y en el poder del Espíritu Santo.
Es en este punto donde debemos reflexionar sobre nosotros en el siglo XXI. Vivimos en una época en el cual tenemos acceso a una gran cantidad de información de los textos bíblicos originales, así como excelentes herramientas para estudiar la Palabra de Dios. Contamos con muy buenos comentarios bíblicos en español, podemos escuchar a nuestro predicador favorito durante la semana en internet incluso si no podemos (o no queremos) leer la Biblia, tenemos acceso a programas que nos la leen mientras nos dedicamos a escucharla.
Pero ¿es todo esto suficiente? Garantiza todo esto que la iglesia de Cristo será capaz de llevar la Palabra de Dios adelante. Tenemos una inmensa lección que aprender, si el Señor Jesucristo dependió del Padre y fue revestido del poder del Espíritu de Dios para llevar adelante su ministerio ¿acaso no es cierto que tú y yo necesitamos lo mismo?




[1] Dunn James, Jesús y el Espíritu, p. 51.