COMO DIOS LIBERÓ DE LA OPRESIÓN A SU PUEBLO
Lecciones del libro de Éxodo acerca de la opresión,
la violencia
y la respuesta cristiana frente a ellas
Chile
despertó dicen algunos. En estas 3 últimas semanas hemos vivido un cambio
social que nadie hubiese imaginado hace un año atrás.
Las
personas que han vivido abusos han señalado que ya no lo tolerarán más y que se
rebelarán contra estos. Pero aparte las manifestaciones multitudinarias, ha
existido una gran violencia que no ha logrado ser controlada y que se
manifiesta día a día.
Al
mirar las páginas de las Escrituras en el libro de Éxodo podemos darnos cuenta de
que no somos la única sociedad que ha atravesado un momento como este. ¿Qué
lecciones podemos aprender de ella?
1.-
Dios conoce la opresión de su pueblo.
Cuanto más los oprimían, más los israelitas
se multiplicaban y se esparcían, y tanto más se alarmaban los egipcios. Por eso
los egipcios los hacían trabajar sin compasión. Les
amargaban la vida forzándolos a hacer mezcla, a fabricar ladrillos y a
hacer todo el trabajo del campo. Además, eran crueles en todas
sus exigencias. (Éxo 1:12-14 NTV)
En
estos versículos se utilizan las expresiones “oprimir”, “con dureza”
y “dura servidumbre” en la versión Reina Valera 1960. De esta manera la
Biblia registra la difícil situación que vivía el pueblo de Israel en Egipto. No
era fácil lo que vivían pues estaban en una gran aflicción.
Por
esto, podemos estar seguros de qué Dios conoce nuestra aflicción. Si hay
personas que nos oprimen, si hay personas que nos hacen trabajar sin compasión,
si nuestra vida está llena de amargura y otros tienen tratos crueles contra nosotros,
¡Dios lo sabe! Dios conoce cada adversidad que los hijos de Dios atravesamos en
esta vida, no hay ninguna aflicción, ningún tormento, ninguna adversidad que
sea desconocida para Dios.
Entonces
¿Cómo respondemos a un mundo lleno de injusticias?
2.-
Moisés responde con violencia frente a la opresión de su pueblo
Muchos años después, cuando ya era adulto,
Moisés salió a visitar a los de su propio pueblo, a los hebreos, y vio
con cuánta dureza los obligaban a trabajar. Durante su visita, vio que
un egipcio golpeaba a uno de sus compatriotas hebreos. Entonces Moisés miró a
todos lados para asegurarse de que nadie lo observaba, y mató al egipcio
y escondió el cuerpo en la arena. Al día siguiente, cuando Moisés salió
de nuevo a visitar a los de su pueblo, vio a dos hebreos peleando. —¿Por qué le
pegas a tu amigo? —le preguntó Moisés al que había empezado la pelea. El hombre
le contestó: —¿Quién te nombró para ser nuestro príncipe y juez? ¿Vas a matarme
como mataste ayer al egipcio? Entonces Moisés se asustó y pensó: «Todos saben
lo que hice». Efectivamente, el faraón se enteró de lo que había ocurrido y
trató de matar a Moisés; pero él huyó del faraón y se fue a vivir a la tierra
de Madián. Cuando Moisés llegó a Madián, se sentó junto a un pozo. (Éxo 2:11-15)
Este
pasaje nos narra a un Moisés que recién se está abriendo paso a la vida adulta.
Este hombre al ver la injusticia se llenó de enojo, pero no de un enojo justo, sino
de un enojo pecaminoso que lo llevó a responder a la opresión con violencia. Fue
un homicida.
Este
hombre vio cómo golpeaba un egipcio a un hebreo, a uno de sus hermanos y creyó
que lo que mejor podía ser era quitarle la vida. Pero Moisés no contaba con que
sería descubierto y de pronto se convirtió en un fugitivo de la ley. El que una
vez fue criado en el mismo palacio de Egipto se transformó en un pastor de
ovejas en una tierra semi estéril, su vida cambió completamente.
Por
esto es importante que recordemos que hay maneras adecuadas e inadecuadas de
responder frente a la opresión. El Moisés que se nos narra en el capítulo 2 no
es el Moisés que Dios va a utilizar para liberar a su pueblo. Más adelante se
nos describe un cambio radical en el carácter de este personaje:
Y aquel varón Moisés era muy manso,
más que todos los hombres que había sobre la tierra.
(Núm 12:3)
Tendrán
que pasar muchos años para que el corazón de este hombre sea transformado, tendrán
que pasar muchas décadas para que la cosmovisión, la forma de ver la vida, la
forma de entender quién es él y quiénes son los otros, pero por sobre todo,
quien es Dios, sea radicalmente transformada. Y Dios se tomará todo el tiempo
que sea necesario para cambiar a este hombre para que de esta manera sea útil
en sus manos.
¿Cómo
respondes tú frente a la opresión? ¿Como Moisés en Éxodo 2 o como en Números 12?
¿Has conocido a Dios a través de años en el desierto de Madián? Es por esto que
el Nuevo Testamento nos recuerda:
Por esto,
mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para
airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. (Stg
1:19-20)
¿Piensas
que Chile se está volviendo más justo por lo que está aconteciendo en estas
semanas? Cada saqueo, cada destrucción al bien público y privado, cada maldición
arrojada sobre otro ser humano hecho a la imagen de Dios, Él lo conoce y lo
juzgará, pues al pecar contra otros, levantan su mano contra Él. Él tiene un conocimiento
más profundo que el que obtendríamos de 1000 celulares grabando con sus cámaras
un evento particular. Él conoce las intenciones del corazón.
Si
eres una persona airada, que devuelve mal por mal, entonces debes arrepentirte,
pues no estás obrando en justicia, aunque la anheles, aunque clames por ella y
la desees intensamente. Sólo te transformarás en un nuevo tirano que premia a
los que son como él y castiga verbal (o físicamente) a los que disienten. Te transformarás
en un “dios” con los pies de barros. Por esto, debes recordar que…
3.- Dios es el verdadero libertador de su
pueblo
Con el paso
de los años, el rey de
Egipto murió; pero los israelitas seguían gimiendo bajo el peso de la
esclavitud. Clamaron por ayuda, y su clamor subió hasta Dios, quien
oyó sus gemidos y se acordó del pacto que había hecho con Abraham,
Isaac y Jacob. Miró desde lo alto a los hijos de Israel y supo que ya había
llegado el momento de actuar. (Éxo 2:23-25)
Debido
a que la situación de Israel no cambió, el pueblo empezó a orar a Dios. Muchas
veces Dios permite que las injusticias, las opresiones y las adversidades persistentes
en nuestra vida para que nuestro corazón se vuelva a Él.
Al
ver la maldad alrededor nuestro, nos damos cuenta de que no podemos explicar la
vida y la experiencia humana mediante simples y frías leyes de la naturaleza. Somos
más que eso y el mal nos confronta con esa realidad. Nos confronta porque
nosotros respondemos igual que los demás.
Pero
este pueblo clamó a Dios por ayuda y este clamor subió hasta Dios. Es maravilloso
saber que las oraciones de los afligidos son oídas por Dios. Este es el mensaje
de consuelo que se nos da a través de toda la Escritura.
Mis huidas tú has contado;
Pon mis lágrimas en tu redoma;
¿No están ellas en tu libro? (Sal 56:8)
Pon mis lágrimas en tu redoma;
¿No están ellas en tu libro? (Sal 56:8)
Gritaban a
gran voz: «¿Hasta cuándo,
Soberano Señor, santo y veraz, seguirás sin juzgar a los habitantes de la
tierra y sin vengar nuestra muerte?» (Apo
6:10)
El
verdadero Libertador de Israel fue Dios, no Moisés. Este hombre fue un mero
instrumento en las manos de Dios, pero debió ser cambiado previamente. Él no
fue con prepotencia delante de Faraón, no fue alentando una revolución, una
revuelta o una sedición.
Él se
presentó con una clara conciencia de su debilidad pero una firme confianza en
Dios. Y fue este Dios poderoso que actuó en respuesta a las oraciones de sus
hijos. Intervino con 10 plagas, 10 milagros, para liberar a su pueblo.
Muchas
veces los cristianos subestimamos el poder de la oración, preferimos actuar con
nuestra propia justicia antes qué orar y pedirle al Dios Soberano que intervenga
en nuestra causa. ¿Realmente creemos en la oración? Si quieres traer verdaderamente
justicia a este mundo, debes orar intensamente.
Dios
quiere que tú seas un hombre de oración y que todo el mal que hay alrededor
nuestro lo lleves delante de su Trono. Que confíes en que él abrirá puertas, no
de acuerdo con las fuerzas humanas de las acciones política terrenales, sino
sobrenaturalmente.
La
Biblia describe un momento en la historia en la cual los creyentes en Cristo
disfrutarán de una plena justicia, y esto será en el regreso glorioso de
nuestro Salvador Jesucristo el único Juez Justo (salmo 7:11; 2 Timoteo 4:8), el
único Príncipe de paz (Isaías 9:6).
Tú, que eres el Juez de toda la tierra, ¿no harás
justicia?
(Gén 18:25)